domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo XVI

Capítulo XVI

El sol se filtraba por una abertura entre las cortinas de la habitación. El rayo alcanzaba la cabecera de la cama donde yacía una jovencita profundamente dormida. Sin mucha prisa, ella comenzó a abrir los ojos ante la luz que le molestaba. Al desperezarse vislumbró la habitación medianamente iluminada por la luz del sol. En el sofá, frente a su cama, se encontraba un joven de ojos verdes que le sonreía con dulzura.
- Buenos días – dijo Harry Potter a la jovencita.
Ella respondió con una débil sonrisa mientras un rubor aparecía en sus mejillas.
Él se levantó y caminó hacia ella, sentándose en el borde de su cama. Con su mano derecha le retiró el mechón castaño que caía sobre sus ojos mientras ella lo observaba sin pestañear. Luego la besó en la frente mientras acariciaba su rostro.
- ¿Entonces no fue un sueño? – preguntó ella con voz suave.
- No – respondió él – ya no es un sueño.
Vana se levantó y le rodeó el cuello con sus brazos en un fuerte abrazo.

Minutos más tarde, los dos se encontraban sentados a la mesa mientras el sol se elevaba en lo alto del cielo. Aunque ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna, sus miradas encontradas lo decían todo. El murmullo de las aves cantándole al sol, la brisa primaveral acariciando las hojas de los árboles, y ellos dos, dentro de la cabaña, contemplándose mutuamente en silencio, parecía que se encontraban dentro de un sueño.

Así transcurrieron varios días, que se hicieron semanas y luego meses. Harry se sentía tan feliz y tan a gusto que ya no quería irse de ahí, sentía que sus penas podían desaparecer en un ensueño de placer y felicidad. Pero, sabía que esas ilusiones no duran para siempre. Muy en lo profundo de su corazón, Harry sentía que el tiempo de su felicidad se estaba terminando, el momento ya se aceraba y no lo podría retrasar más. Una onda intranquila de sensaciones y extraños pensamientos azotaban su cerebro cada vez más, durante las noches, en sus más profundos sueños, un temor que no comprendía y sus antiguas pesadillas que aún lo acosaban regresaron sin cesar. A pesar de hallarse tan feliz al lado de Vana durante las mañanas, por las noches él sabía que aún tenía una misión sin completar y su búsqueda también estaba pendiente. Sabía que, tarde o temprano, debía recuperar su pasado.

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Una hermosa noche adornada de brillantes estrellas se extendía fuera de la casa, mientras una tenue luz plateada de luna llena se filtraba por el rabillo de la ventana de una alcoba. En el interior, una cama blanca con suaves sábanas de seda mantenía a dos amantes en medio del éxtasis de su pasión… Ella, permaneciendo entre sus brazos mientras él la embestía con fuerza. El, con sus manos entrelazadas con las de ella, la sentía vibrar debajo. Sus cuerpos ardientes sudaban sin cesar, mientras se fundían el uno en el otro. Harry apretaba fuerte sus labios contra su boca, robándole hasta el aliento, ahogando gemidos de pasión y placer. Vána se aferraba a él, sintiéndolo penetrar su cuerpo, una y otra vez con movimientos sensuales y salvajes, hasta quedar sin fuerzas. Al terminar, Harry cayó exhausto sobre el cuerpo relajado de Vána, quien abrazó su cabeza contra su pecho por un largo rato, hasta quedarse los dos profundamente dormidos.

Esa misma noche adornada de estrellas continuó su camino en el tiempo. Aún faltaban horas para que comenzase a clarear. Y fue aquella noche cuando Harry tuvo un nuevo sueño, algo que lo cambiaría desde aquel instante.
Se encontraba de pie, frente a un gran lago de aguas oscuras, a sus espaldas, un gran castillo de piedra era iluminado por la luz de la luna. De pronto, ante él, apareció la figura esbelta de una doncella, dándole la espalda. Vestía un largo vestido negro, y sus cabellos oscuros caían hasta media espalda, trenzados con un listón plateado. Tan solo un par de metros lo separaban de ella. Repentinamente su corazón se aceleró, sin saber porque. Trató de acercarse, incluso extendió su brazo para intentar tocarla. Faltaban solo unos centímetros para alcanzarla cuando ella misma volteó hacia él. Harry quedó petrificado por un momento al verla al rostro. Sus ojos, sus ojos que eran de un café oscuro y muy penetrantes, lucían la expresión más triste que Harry hubiera visto jamás, y sintió como si su corazón hubiera dejado de latir por un instante, la tristeza de la chica estremeció cada fibra de su ser. No sabía quien era, no podía recordarlo, pero el verla así lo destrozaba por dentro como nada que hubiera conocido. Pero, aún así, el dolor no le pareció extraño, porque supo al instante de verla, que no era la primera vez que lo sentía. La chica mantenía sus manos sobre su pecho, resguardando algo, pero lentamente las bajó hasta colocarlas sobre su vientre, y comenzó a llorar amargamente, cayendo de rodillas al suelo, ahora cubriéndose la cara. Entonces, Harry despertó abruptamente, en sus brazos yacía Vána, desnuda y profundamente dormida, pues aún era de noche.

Se levantó de la cama con cuidado para no despertarla. Se puso algo de ropa y salió de la alcoba en silencio. En su corazón aún quedaban vestigios de ese dolor. Forzó su mente para tratar de recordar quien era ella y porqué se hallaba tan triste. Se acercó a la ventana. Los primeros rayos de la mañana se divisaban a lo lejos. << ¿Quién eres?, ¿qué significas para mí?, ¿por qué me duele tanto verte así? >>, Se preguntaba una y otra vez mientras presenciaba el amanecer.

- ¿Qué haces despierto tan temprano? – se escuchó una voz a sus espalda. Harry volteó y vislumbró a Vána en el umbral de la alcoba.
- Ya no pude dormir. - se limitó a responder.
La chica se acercó a él y lo abrazó por la espalda.
- ¿Qué quieres para desayunar?
- Lo que tú quieras.
- Bien, te prepararé un delicioso estofado. ¿Te pasa algo? - peguntó al ver la expresión perdida de Harry. Él se tardó un rato en contestar. La imagen de la mujer de su sueño aún estaba muy presente en su memoria.
- Nada, estoy bien. - respondió al fin, sonriente hacia Vána.
- Fue un sueño que tuviste, ¿cierto?
- Sí, pero nada de que preocuparse. Vamos, que tengo hambre.
Vána se encaminó a la cocina no muy convencida por la repuesta que Harry le dio. Mientras él continuó viendo el exterior sin observarlo en realidad, << ¿Quién eres? >>, Murmuró.

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Pasaron unos cuantos días, pero Harry ya no era el mismo. Cada noche soñaba con ella y cada noche despertaba lleno de una terrible desesperación y tristeza que no comprendía, pero sabía que pertenecían a su pasado. Tenía que regresar y hacerlo pronto, pero no quería dejar a Vana, no otra vez. Para su infortunio, aquellos sueños no eran extraños a Vana. Ella sabía perfectamente que Harry tenía algo, lo sentía cada vez que lo encontraba con la mirada perdida en el espacio o cuando sus ojos se extraviaban en el fuego.

- Sé que algo te sucede – dijo Vana una noche mientras cenaban en silencio.
Harry evitó su mirada. Vana dejó a un lado los cubiertos y fijó la vista en él, aunque él pretendía seguir comiendo. Luego de unos minutos ella habló nuevamente.
- Ella sigue atormentando tus sueños, ¿verdad?
Por primera vez, Harry levantó la mirada para encontrar aquellos profundos ojos clavados en él. Pero era incapaz de hablar, por algún motivo. Vana bajó la mirada y comenzó a comer nuevamente, pero luego de un bocado se detuvo.
- La amas… - dijo quedamente aún con la vista en su plato medio vacío -… la amas más a ella que a mí.
Aquellas palabras congelaron a Harry en su lugar. No era una pregunta, sino una sentencia, casi una absoluta verdad. Luego de lo que parecieron horas, Vana levantó la cabeza para encontrar a Harry aún conmocionado por esas palabras.
- No tienes por que sorprenderte – exclamó, - sé lo que sufres dentro de tus sueños y sé que tu pasado aún te persigue sin que quieras darte cuenta. Deseas evitarlo a toda costa, pero no te dejará.
- ¿Por qué dices que la amo más que a ti?
- Porque es cierto. Tu no lo sabes, ni lo entiendes, solamente sufres. Aún estás perdido.
- ¡No! Yo estoy contigo, yo te amo.
- Lo sé. Pero también la amas a ella, y deseas desesperadamente encontrarla para saber quien es y saber porque te duele tanto verla triste… saber porqué la amas así.
- Vana…
- Creo que ya he terminado. Me iré a la cama, estoy cansada.
Se levantó de la mesa, recogió sus platos y se marchó a la habitación, dejando a Harry tan confundido como nunca lo había estado antes.

Al día siguiente, Vána no volvió a mencionar nada del sueño o aquella mujer otra vez. Se limitaba a disfrutar el clima y la compañía de Harry cada minuto que podía, como si presintiera también que el tiempo estuviera a punto de terminar.

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Apenas pasadas un par de semanas desde que iniciaron esas pesadillas y que Vána hablara de ellas con Harry, el Joven Istar tomó la decisión de marcharse. Marcharse en busca de Mebd, en busca de su pasado y su destino, pero no sabía como explicárselo a Vana. Durante dos largos días meditó la forma de decírselo, pero nunca encontró las palabras ni el momento. El día anterior a partir, su corazón se encogió de angustia y dolor, y decidió despedirse de ella no con palabras.

Aquella larga tarde la observó venir en el campo, cuando llegó a la casa, continuó mirándola trabajar en la cocina. Ella le sonrió con dulzura, él gustoso contestó con un gesto feliz mientras por dentro su corazón se sentía morir…

Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós.
Y al mirarte siento que el dolor despierta en mi corazón.
Hoy mis ojos miran como tantas veces este otoño gris.
Hoy te estoy pidiendo que a pesar de todo, seas feliz…


Se acercó a ella y la abrazó tiernamente por la cintura a sus espaldas, ella sintió su aliento deslizarse por su cuello, y se estremeció.
- Te amo. - le susurró él al oído.
Ella se giró completamente hasta quedar frente a él. Y, sin decir nada, se fundieron en un beso del alma…

Llegará ese día en que mi tiempo sea solo para ti.
Llegará ese día en que mi canto sea un canto feliz.
Cuando me haya ido recuerda que hay alguien que piensa en ti.
Cuando muera el día recuerda que hay alguien que vive por ti.


La tomó entre sus brazos y la llevó a la alcoba. Despacio, con dulces caricias la fue desnudando hasta quedar solo entre sus dedos su alma pura cubierta de piel. Y entre sus brazos, sobre su cama blanca, la amó… una vez más.

La noche avanzó en el tiempo, por un largo rato la mantuvo en sus brazos mientras la contemplaba, pensando en lo bella que lucía dormida aquella noche.

Le murmuró al oído:
Cuando en la mañana el sol te despierte, recuérdame.
Y si estás cansada de sentirte sola, piénsame.


Sus ojos verdes destellaron en la oscuridad de la habitación, la tristeza que embargaba su corazón lo hizo suspirar profundamente y un nuevo pensamiento surgió en él, un pensamiento que en un susurro de despedida voló fuera de sus labios junto con un beso sobre su frente…

Se levantó de la cama, se vistió lentamente, calzó sus zapatos y sacó su pequeño equipaje ya listo del baúl, estaba preparando su partida. Dio tres largos pasos y se detuvo justo frente a la puerta, con la mano sobre el picaporte, giró su rostro y la miró una vez más…

Cuando me haya ido recuerda que hay alguien que piensa en ti.
Cuando muera el día recuerda que hay alguien que vive por ti…

Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós.
Y al mirarte siento que el dolor despierta en mi corazón.
Hoy mis ojos miran como tantas veces este otoño gris.
Hoy te estoy pidiendo que a pesar de todo… seas feliz.


Salió de la alcoba mientras una silenciosa lagrima se derramaba de sus ojos verdes y un lamento se contuvo fuerte dentro de su ser. Cerrándose la puerta tras de sí, se marcó el momento de su adiós, momento en el cual ella abrió sus ojos y lo buscó a su lado.

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