domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo XIX

Capítulo XIX

Harry regresó a un mundo que creía olvidado. Ante él, se erguía una gran ciudad en ruinas que despertó en su corazón la nostalgia del pasado y el dolor de una vida perdida en las tinieblas. Las calles oscuras se extendían ante sus pies, cubiertas de una niebla densa y pesada que le impedía respirar con libertad. A los bordes, edificios y casas abandonadas, con ventanas tapiadas y jardines destrozados, lo observaban en silencio. Sus pasos resonaban ante el mudo vacío, y solo el aura de la noche acompañaba su lento caminar.

Avanzó pesadamente. Los faroles rotos de la avenida no emitían luz alguna para iluminar la calle, haciendo del lugar un oscuro sendero, escabroso de caminar. De pronto, un grito en la penumbra rompió el silencio y alteró sus sentidos. Un alarido proveniente de un oscuro callejón a unos metros de él. Despacio, se acercó, empuñando su varita escondida entre los pliegues de su capa negra. Se detuvo a la entrada del callejón, justo cuando otro grito se escuchó delante de él.
- ¡¡¡NO, POR FAVOR, NOOO!!!
- ¡JA, JA, JA, JA, JA!
- ¡¡BASTA, DÉJENLO, POR FAVOR!!
- Claro, ¡asquerosa muggle!
- ¡Ja, Ja, Ja, Ja!
¡PUM! El cuerpo de un hombre cayó de las alturas sobre unos botes rotos de basura. Una mujer con el vestido desgarrado y manchado de sangre corrió hacia él. Mientras, dos encapuchados con máscaras reían a carcajadas ante su desesperación.
- ¡Ben, Ben, por favor, despierta, no me hagas esto!
Pero el hombre estaba completamente inconsciente, con sangre escurriendo de su cabeza.
- ¡¡POR FAVOR, NO TE MUERAS!!
- ¡JA, JA, JA! – reían los otros dos.
- Ahora es tu turno, sucia muggle. – dijo uno de ellos.
- ¡NO, NO ME HAGAN DAÑO, POR PIEDAD!
- Sucia muggle, todos ustedes no deberían siquiera existir.
La mujer trató de levantar ella sola el cuerpo inmóvil del hombre, pero no logró moverlo ni un centímetro, entonces se aferró a el con fuerza, mientras uno de los encapuchados se le acercó y la alzó con su varita. La mantuvo unos segundos por sobre su cabeza y luego la lanzó contra la pared opuesta. La mujer se lastimó el brazo, gritando de dolor.
Harry vislumbró la terrible escena desde una esquina, sintiendo un gran odio hacia aquellos magos burlones.
El encapuchado levantó nuevamente a la mujer y la lanzó contra los botes de basura cuando, repentinamente, quedó levitando en el aire.
- ¡¿Pero qué rayos…?!
Ambos voltearon hacia atrás y vieron a Harry, apuntando a la mujer. Lentamente la mujer descendió junto al hombre inconsciente.
- ¡¡¿CÓMO TE ATREVES A INTERFERIR CON NUESTRA DIVERSIÓN?!!
- Será mejor que los dejen en paz, si no, se las verán conmigo.
- ¿Ah, sí? ¿Y quién demonios eres tú?
- No tengo porqué decirte mi nombre.
- Pues, no me interesa saberlo. Lo que necesito saber ya lo sé, que eres un idiota por meterte con nosotros, y morirás por ello.
Apenas si se distinguía el rostro de Harry en la oscuridad, y menos con la capucha que traía, así que aquellos hombres nunca le dieron la importancia que él realmente se merecía. Ambos alzaron a un tiempo sus varita y le apuntaron directo al pecho, invocando un avada kedavra, pero el rayo de luz verde chocó contra el borde del callejón, porque Harry ya no se encontraba ahí, sino que había aparecido detrás de ellos en tan solo segundos. Los magos voltearon rápidamente, pero aún así fueron descuidados y cayeron fácilmente ante la trampa de Harry, quien los lanzó por los aires sin ningún esfuerzo. Cayeron petrificados de miedo, quitándose las máscaras. Ante el asombro de Harry, ellos apenas si alcanzaban los 17 años de edad. Entonces lo miraron fijamente y salieron huyendo, despavoridos, perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Una vez que se fueran de ahí, Harry se volvió hacia la mujer.
- ¿Estas bien? – le preguntó. Ella lo miraba aterrada, aferrándose al hombre que trataba de despertar.
Harry le ofreció su mano para ayudarla a levantar, pero se retiró como si fuera la misma muerte la que estuviera frente a ella. El hombre despertó en ese momento, y apenas distinguió la presencia del Joven Istar, se levantó con dificultad y ambos salieron corriendo como pudieron, mirando hacia atrás de vez en cuando, antes de desaparecer también en la bruma de la oscuridad.

Harry permaneció un largo rato parado en aquel callejón vislumbrando la oscuridad. La bruma volvía estar quieta, el silencio volvió a reinar. << ¿Qué ha pasado en este mundo? >> Se preguntó al recordar el terror con el que le miraban aquellos no magos, y la forma en la que esos aprendices se comportaron fue aún más perturbadora.
Retomó de nuevo el camino central completamente vacío. Caminó lento, siempre atento, y conforme lo hacía, más y más sitios abandonados y destartalados aparecían, locales cerrados y protegidos con barras de acero y cristales rotos. La oscura noche lo cubría, así que parecía más una sombra furtiva que se desplazaba sin emitir sonido alguno. Fue entonces que se percató de que ya no estaba solo en el camino. Dos personas encubiertas por capas negras aparecieron entre las sombras de la calle a unos metros de él y comenzaron a caminar, siempre pendientes de no ser seguidas por nadie más que sus sombras. Harry distinguió que eran brujas, y que iban en guardia, con la varita en sus manos ocultas entre los pliegues de la ropa. El Joven Istar se decidió a seguirlas hasta que las brujas se detuvieron frente a la entrada de un viejo y sucio local abandonado, apenas distinguible entre los edificios, una taberna escondida que tenía en el dintel el nombre “El Caldero Chorreante”. Paradas ante la entrada, miraron en todas direcciones para asegurarse de que no había nadie alrededor, luego, abriendo la puerta, entraron en el lugar. Segundos después, Harry entró detrás de ellas.
Ya en el interior, vislumbró el lugar, algo familiar ante sus ojos, sin saber porqué. Mesas cuadradas de madera ocupadas por unos cuantos magos hablando en secreto, con temor; el cantinero, en la barra, se encontraba sirviendo un par de bebidas a las brujas recién llegadas, mientras ellas hablaban con él de algo que parecía ser muy importante. Todos parecían estar vigilando cada rincón, recelosos y preocupados, como si temieran que alguien pudiera aparecer de repente. Y así fue que, al entrar Harry, su mera presencia en el umbral provocara un silencio de ultratumba en el interior. Ahora, una docena de rostros lo observaban con espanto y recelo, mas no reconocieron el rostro bajo la capucha por la escasa luz del local, y el Joven Istar tampoco hizo un esfuerzo por ser reconocido. Lentamente, Harry se encaminó más al interior, buscó una mesa vacía y se acomodó, precisamente en la más escondida y alejada de todas. Por el rabillo del ojo distinguió que las brujas unían más sus cabezas para hablar cuando el cantinero, temblando de pies a cabeza, se acercó a Harry.
- ¿D-desea tomar algo… a-amigo? – preguntó tratando de controlar el miedo de su voz.
- Solo agua, por favor – contestó Harry sin siquiera levantar la cabeza para mirarlo, sus ojos se mantuvieron fijos en el titilante resplandor que emitía la vela casi extinta de su mesa.
- C-como guste. A-ahora se la traigo.
Y se marchó rápidamente, con el rostro más relajado ante la petición de solo agua y de poder regresar a su barra. El Joven Istar notó que las brujas interrogaron al cantinero acerca de él, entonces una de ellas se descubrió el rostro, dejando ver sus facciones de sorpresa, sus ojos negros y brillantes no se apartaban del lugar donde se encontraba Harry. Durante un momento, ella y su compañera discutieron en voz baja. Entonces, la chica que se descubrió el rostro se acercó cautelosamente hacia él, buscando su cara bajo la capucha. Pero, una vez más, la tenue luz de vela no era suficiente para descubrir sus rasgos.
- ¡Romilda!, ¿qué haces? – habló la otra bruja a la chica que se aproximaba a Harry.
Sin previo aviso, ella se sentó frente a él, decidida.
- ¿Quién eres? – Preguntó directo - ¿Qué quieres aquí?
Harry alzó solo la vista, pero no contestó. La chica lo miraba con ojos brillantes tratando de distinguir a quien estaba bajo la capucha. Fue entonces cuando la puerta de la entrada salió disparada por una explosión producida desde el exterior. En el umbral apareció una docena de figuras enmascaradas armadas con varitas de color negro. Los ocupantes del lugar quedaron petrificados del terror. Algunos que reaccionaron intentaron salir corriendo del lugar, pero fueron detenidos por los enmascarados.
Romilda, que así la llamó la otra bruja, corrió al lado de su amiga y ambas sacaron sus varitas, poniéndose en guardia. Su compañera también se había descubierto el rostro. Las dos jóvenes brujas lucían pálidas y aterradas, pero dispuestas a combatir a sus enemigos. El resto de personas que ahí se encontraban, estaba tirados en el suelo, llenos de terror. Incluso el cantinero se escondió tras la barra.
- Vaya, vaya. Pero si son Romilda Vane y Demelza Robins, nuevas reclutas de la Orden del Fénix.
- Zabini, Crabbe y Goyle – respondió Romilda, haciendo frente a su adversario con valor – Veteranos mortífagos. ¡¿Qué hacen aquí?!
- Venimos en búsqueda de un desagradable sujeto que se ha atrevido a enfrentarnos y ha evitado que los jóvenes aquí presentes – y señaló a un par de enmascarados, mismos con los que Harry luchó – terminaran su iniciación y que cumplieran las órdenes del Señor Tenebroso. Sabemos que no fueron ustedes, ya que son muy incompetentes como para detenerlos, pero queremos que nos digan quien fue, seguro que lo saben.
- Pues te equivocas. Y, aunque lo supiéramos, nunca se los diríamos.
- Bueno, no me importa. Las tenemos a ustedes y a todos estos miedosos traidores. Así que nos divertiremos antes de encontrar a aquel…
- ¡Es él, es él! – gritó uno de los chicos señalando el fondo de la taberna donde se hallaba Harry, tranquilamente sentado.
- Muy bien, dos pájaros de un tiro.
El tal Zabini se aproximó a él decidido, mientras los otros desarmaban y tomaban como prisioneras a las brujas, que intentaron defenderse, pero no lo lograron siendo 2 contra 11. Harry escuchó, pero no dejó de contemplar la luz de su mesa. Aún no era el momento de actuar.
Justo cuando Zabini estaba a un metro de él, un grupo de magos, 7 en total, con túnicas negras, igual que las dos brujas, aparecieron de la nada, todos en guardia. Se descubrieron las cabezas dejando ver sus rostros.
- Mira nada más que nos trajo el viento de la noche, el escuadrón elite de la Orden del Fénix, o sea, la familia Weasley y compañía.
- Será mejor que las dejen ir. – dijo con fría calma una bella mujer de cabello castaño y ojos color avellana mientras les apuntaba elegantemente con su varita.
- Si no ¿qué harás?, asquerosa sangre sucia.
La mujer blandió su varita con desenvoltura y el hombre terminó volando patas para arriba, como si colgara del techo sujeto por los tobillos. Entonces el duelo comenzó. Una gran cantidad de chorros de luz chocaban en todas partes. Los clientes del lugar se escondían bajo las mesas y sillas para librarse de los maleficios, algunos lograron escapar. Los recién llegados eran muy buenos, logrando someter a la mayoría de los mortífagos, excepto Zabini, Crabbe y Goyle. Fue entonces, cuando uno de los jóvenes mortífagos lanzó con su varita una de las mesas hacia la espalda de la chica de cabello castaño, quien luchaba con otros dos.
- ¡Hermione! – gritó uno de los pelirrojos altos al otro extremo de la sala.
La chica apenas giró al ver la mesa embestirla, y tan solo consiguió cerrar los ojos antes de sentir el inminente golpe. Pero éste nunca llegó. Abrió lentamente los ojos y contempló la mesa a un par de centímetros de su rostro, suspendida en el aire. Se apartó de ahí y fijó su mirada en la varita qua la había detenido.
El Joven Istar se encontraba de pie, apuntando a la mesa, que dejó caer luego de unos segundos, cuando la chica se movió. Su rostro seguía cubierto, pero la luz del lugar se reflejaba en sus anteojos. Fue en aquel momento en que Zabini aprovechó para lanzar la maldición de muerte a Harry, pero éste, atendiendo a las habilidades adquiridas con el viejo Cathba, logró esquivar con una velocidad impresionante. Entonces de descubrió el rostro, revelándose ante los demás.
Los mortífagos se tornaron de un pálido papiro en sus mejillas, al igual que el resto de los que aún permanecían en el lugar.
- No… no… no puede… no puede ser. Tú… tú estas…estás muerto. Él te mató. – murmuró Zabini con un hilo de voz.
Nadie más podía articular palabra alguna. Repentinamente los mortífagos desaparecieron.

Capítulo XVIII

Capítulo XVIII


Frente a él se hallaba un gran castillo de piedra caliza adornado con exquisitos vitrales, que lo hacían parecer haber sido creado con el cristal más fino y brillante del mundo entero. Era alto e imponente, que destellaba en la oscuridad de una forma casi mágica. Pero parecía completamente abandonado, aunque la luz de la estrella brillaba más que nunca. Harry comenzó a andar lenta y pesadamente. Caminó hasta detenerse frente a una gran reja de metal negra. Las ramas que rodeaban los barrotes hacían pensar en secos brazos de personas atrapados para toda la eternidad. Con su varita, abrió aquel portón, el cual rechinó en la oscuridad con un eco. Repentinamente, la luz de la estrella se apagó y todo quedó en penumbras. Harry elevó un poco su varita y pronunció quedamente: Lumus. Y una tenue luz apareció ante él. Atravesó el portón y ando despacio por aquella senda de mármol cubierta de hojas secas. Grandes zarzas crecían a su alrededor, cubriendo la vera del camino, empedrado y solitario, formando como un gran laberinto más allá de la vista. Caminó hasta tener ante él unas elegantes puertas de madera, finamente talladas con figuras llenas de desesperación. Había llegado a la entrada del castillo de cristal.
Un eco resonó en su corazón acerca de algo que lo aguardaba en el interior de aquel castillo, pero también la sensación de ser vigilado por la espalda se encendió dentro de él. Con su mano derecha empuñó más fuerte su varita, y con su izquierda tomó la pesada aldaba de hierro y la hizo sonar en la oscuridad, con un eco triste y distante. << 'Tum – tum – tum' >>. Nada ocurrió. Una brisa fría recorrió su cuerpo, como la presencia de alguien que lo asecha. Llamó de nuevo << 'Tum – tum – tum' >> y de nuevo nada pasó. Miró a sus espaldas, pues el presentimiento de ser más que observado se aguzaba a cada minuto. Tomó la aldaba una tercera vez pero, antes de dejarla caer y hacer cualquier ruido, el picaporte del interior giró y se entreabrió la puerta. Una nueva corriente de aire le golpeó la cara con sutileza, pero no era un viento agradable, sino más bien, un murmullo helado de angustia y muerte.
Con paso firme, Harry abrió la puerta de par en par. Su varita iluminando el camino delante de él. Un enorme y elegante pasillo lo condujo al interior de una amplia sala, donde un trono de mármol se alzaba por sobre el suelo. Todo en callada oscuridad, parecía estar completamente solo hasta que…
- Bienvenido a mi castillo. – Se escuchó una voz de mujer tras él, amplificada por las paredes oscuras de piedra caliza.
Lentamente Harry se volvió. En la gran puerta del salón se encontraba una mujer alta y esbelta, de largos cabellos oscuros y ojos grises como fríos copos de hielo. Un vestido largo de color negro terciopelo adornaba su entallada figura. En su mano derecha traía un báculo hecho de marfil con un enorme rubí en un extremo, exquisitamente tallado con la figura de una manzana. Con el tronar de sus dedos, cientos de velas se encendieron a su alrededor, iluminando magistralmente la sala. Ya con la luz, Harry pudo distinguir aún más su rostro, blanco y fino, frío y cruel, con un malévola sonrisa que dibujaban sus delicados labios rojos.
- Te estaba esperando… Istar – dijo con voz queda, observando a Harry como si fuera una niña curiosa que explora lo encontrado.
Harry se limitó a observarla con detenimiento, sin atreverse a perderla de la vista y del alcance de su varita.
- No tienes porqué ser tan receloso, aún no pienso hacerte nada – dijo ella, como adivinando su pensamiento.
- ¿Sabes a qué he venido?
- Claro que lo sé… y tienen razón todos aquellos que te dijeron que yo sería la única que te podría ayudar. Pero sabes, yo no ayudo a nadie a menos que reciba algo a cambio.
- ¿Qué quieres de mí?
- Qué curioso, eso es precisamente lo que quiero… a ti.
- ¿A mí?
- Sí. Finalmente he encontrado aun ser que puede ser el compañero que necesito. Tus poderes van más allá de lo imaginable, nuestra descendencia sería poderosa. Y tú gobernarías como rey a este mundo.
- Es una pena – replicó Harry – porque yo no soy ningún objeto que le pueda pertenecer a alguien y, en caso que decidiera entregarme por voluntad propia, no sería a ti a quien me entregaría, sino a la persona que habite en mi corazón.
- Ja. Ni siquiera tú sabes quien habita tu corazón, Istar – contestó Mebd con una malévola sonrisa. – Crees que la nieta de Cathba es ahora la dueña de tu corazón pero, por las noches, en tus sueños, aquella mujer te hace olvidarla por completo… Así que, dime, ¿Cuál de las dos es la verdadera habitante de tu corazón?
Harry no dijo nada, pues en eso Mebd tenía razón, aunque no sabía como ella lo sabía. Pero no se dejaría manipular ni engañar por ella tan fácilmente.
- ¡No trates de confundirme con tus palabras, hechicera…! - exclamó Harry, apuntándola con su varita. Mebd sonrió aún más.
- Eres sagaz y astuto, Istar… pero tu mirada no me engaña. Puedo ver detrás del brillo de tus ojos verdes un fuego que te quema el interior, buscando la respuesta a tu sentir. Deseas con todas tus fuerza encontrar el significado de tus sueños y pesadillas, deseas entender por qué, a pesar de querer estar con aquella chiquilla, tu corazón te traiciona y piensas en otra. – Mebd se acercó a Harry, que se había quedado estático ante aquellas palabras. – La amas… y no entiendes porqué –le dijo al oído.
El Joven Istar intentó en vano que aquellas palabras se escurrieran de él como el agua que resbala, pues sintió como una herida en su alma reconocer que aquella bruja tenía razón. Mebd pronunció aún más su sonrisa malévola al darse cuenta que le había afectado.
- Tu corazón está confundido, lo entiendo. Por eso has venido a mí, por ayuda. – dijo Mebd quedamente en su oído, como entendiendo sus pensamientos de dolor y brindándole apoyo, ya que sabía que él estaba sufriendo. Pero lo que no sabía ella era que el Istar aún podía guardar un poco de control sobre su corazón.
- Tienes razón, hechicera… no sé quien habita de verdad mi corazón – respondió Harry. Entonces la miró de frente, a solo un palmo de su rostro, y le dijo – Tan solo sé que no eres tú. Así que, si por ayudarme quieres retenerme, tu petición no la puedo ni la he de cumplir. Será mejor que pienses en otra cosa, ya que la única manera de mantenerme contigo es muerto.
- ¡Entonces muerto será! – gritó Mebd, que se había ofendido por la palabras de Harry.
Con un rápido movimiento alzó su báculo y dirigió al joven mago una ráfaga de viento fuerte, con su mano hizo colapsar los grandes ventanales del salón, haciendo que los vidrios se quebraran escandalosamente y volaran hacia el Istar. Harry, que había previsto una reacción así, se cubrió el rostro con su mano izquierda, mientras que la derecha aferraba su varita, apuntando hacia los miles de trozos de cristal que volaban hacia él, formando un campo de energía que los desintegraba al pasar hasta convertirlos en polvo. Durante sus entrenamientos con el viejo Cathba, Harry aprendió a dominar la magia de tal forma, que incluso sin necesidad de varita podría formular conjuros, así fue que, recurriendo a aquel antiguo arte y una vez que los vidrios casi se extinguían ante él, alzó su mano izquierda que lo protegía, y de ella salió un rayó de luz dorada que dio directamente en el pecho de Mebd. La hechicera se tambaleó y cayó de rodillas, apoyándose en su báculo para no caer totalmente.
- Sabes acechar como los lobos más salvajes que he conocido, atacando en el momento preciso – dijo un tanto jadeante, levantando la mirada para clavarla en sus ojos, que ahora la miraban con más intensidad, cautela y furia que antes. - Y esa mirada tuya – agregó la bruja ante aquella mirada – intimida como la de ellos.
- No me digas que yo te intimido – exclamó Harry, – porque ambos sabemos que eso no es cierto.
- Tienes razón – dijo irguiéndose cuan alta era, – a mí no me intimidas con tus ojos de lobo salvaje, ya que yo hago a esos seguir mis órdenes con miedo al dolor y la muerte… y ellos obedecen.
- Pero solo una bruja traicionera ataca como tú la has hecho.
- Yo jamás dije que no te atacaría. Has sido tú quien entró a mis dominios. Y eres tú quien busca de mi ayuda. Yo te la ofrezco, pero como dije, quiero algo a cambio.
- Y yo te dije que lo que quieres no lo vas a tener. A menos que cambies tu petición, pasaremos mucho tiempo aquí.
- Arreglaremos esto de una u otra forma, Istar. ¿Que te parece… un duelo? Con espada o con varita, tú eliges.
- Somos magos, ¿no? Lo más correcto es que sea de magia.
- Como gustes – dijo Mebd – Yo soy hábil con las armas, pero lo soy aún más con mi varita. Espero que no te arrepientas de lo que has escogido.
Harry no dijo nada, tan solo la miró a los ojos desafiándola. A Mebd le extasiaba aquella mirada. La bruja se deshizo de su báculo y en su lugar sacó de entre los pliegues de su ropa una fina y delgada varita de color blanco, que más parecía de marfil que de madera.
- ¿Qué si yo gano? – exclamó Harry de repente.
- Te daré lo que quieres: regresar a tu mundo para recuperar tú pasado… sin pagarme nada a cambio. Pero… - Harry la miró por un instante, temiendo su nueva petición. – Si yo gano, te quedarás conmigo… para siempre.
Harry dibujo una extraña sonrisa en sus labios.
- Sabías desde un principio que esto sería así, pues lo que me pediste nos obligaba a resolverlo de esta manera.
Mabd soltó una sonora carcajada.
- Tienes razón, mi joven mago. Sabía que no accederías a lo que yo quería, pero mantenía la esperanza de que recapacitaras y aceptaras mi oferta. Después de todo, deseo tenerte conmigo vivo y en una sola pieza.
Harry sonrió aún más y levantó su varita, poniéndose en guardia.
- Cuando gustes… Mebd.
La bruja le devolvió la sonrisa. Con una suave estocada, de la varita de marfil salió un chorro de luz plateada directo al Istar, pero éste logró esquivarlo y con su varita contraatacó lanzando un rayo púrpura. Mebd lo desvió con su mano izquierda, dando tiempo al Istar de lanzar un nuevo conjuro con su mano libre ‘harna hroa’, y Mabd no logró esquivarlo, recibiendo el impacto del rayo en su brazo derecho. La bruja soltó un grito de dolor y su varita salió por los aires. Harry exclamó ‘Accio’, a la varita, pero fue descuidado, porque en ese momento Mabd alzó de nuevo su mano izquierda y dijo ‘lanta mornië’, y todo quedó sumido en la oscuridad. Un nuevo chorro de luz plateada se dirigió a Harry, que no veía nada por la penetrante oscuridad que había caído en el salón, pero logró escuchar el murmullo de Mebd que clama ya por su victoria. Pero la suerte aquella noche estaría de lado del joven Istar, ya que ese rayo no le dio en la cara por centímetros, pero sí lo alertó de la posición de la hechicera. Cerrando sus ojos se puso de pie en dirección a ella, levantó ambas manos y pronunció ‘árë’, y la sala se iluminó tanto como si un nuevo sol entrara desde el techo. Describiendo círculos con su varita un campo de energía apareció a su alrededor.
- Veo que conoces más de la magia antigua de lo que yo me imaginaba – dijo Mebd – Pero aún así no me has derrotado.
Entonces, recuperando su varita, lanzó repetidos rayos de luz, pero todos chocaron ante el campo de energía que protegía a Harry.
- ¡No lograrás mantener por mucho más tiempo ese escudo!
Gritó Mebd mientras continuaba con los rayos hacia él. Harry, con su rostro contorsionado por el esfuerzo de realizar semejante magia, ya había ideado un plan para atacar cuando el escudo se desvaneciera.
Finalmente, el último rayo rompió el escudo y Mebd sonrió, pero Harry también, al levantar su varita y gritar ¡EXPELLIARMUS! La hechicera apenas y se sorprendió un poco cuando un rayo de luz roja le pegó directo en el pecho y la hizo volar hacia atrás con tal fuerza que resquebrajó el muro contra el que chocó. Su varita salió nuevamente de sus manos y fue a caer en la de Harry. La incesante luz de la sala se había extinguido y ahora solo eran las velas las que iluminaban. Mebd se levantó con dificultad y contempló a Harry. Sus ojos llenos de sorpresa y furia, además de satisfacción y agrado. Ella reconoció qua había perdido. Con todo su poder no fue capaz de derrotar al Istar. Mebd, la Gran Hechicera, sonrió ante su adversario, mientras se ponía de nuevo de pie.
- Me has vencido – dijo al fin. – Jamás lo hubiera creído posible, pero eres tú y no me equivocaba al elegirte como compañero.
- Cumple tu promesa – dijo Harry.
La bruja lo miró detenidamente por un largo rato, luego dijo.
- Para recuperar lo que te ha sido quitado debes encontrar al más grande mago de tu época. El único a quién tu enemigo ha temido siempre, aparte de ti, y que tiene el conocimiento de tu vida entera. Debes encontrar a Dumbledor.
- ¿Dumbledor?
- Así es.
- ¿Cómo lo encuentro?
- Yo puedo llevarte hasta tu mundo y es mucho pedir, pero no esperes que haga todo por ti.
- ¿Cómo llegaré a mi mundo, entonces?
Mebd sonrió de nuevo. Sin decir una palabra, alzó sus manos por sobre su cabeza describiendo extrañas figuras. Una lejana música comenzó a resonar en los oídos de Harry; fuerte, estruendosa y poderosa. Entonces la hechicera pronunció, como una melodía distante, las siguientes palabras:

“Safely away from the world
In a dream, timeless domain
A child, dreamy eyed,
Mother's mirror, father's pride”

(A salvo lejos del mundo
En un sueño, dominio sin tiempo
Un niño, de ojos misteriosos,
Reflejo de la madre, orgullo del padre)

Y, como un eco resonando en su cabeza, Harry pronunció, como en un sueño, la contestación:

“I wish I could come back to you
Once again feel the rain
Falling inside me
Cleaning all that I've become”

“My home is far but the rest it lies so close
With my long lost love under the black rose
You told I had the eyes of a wolf
Search them and find the beauty of the beast”

(Deseo poder regresar contigo
Una vez más sentir la lluvia
Cayendo dentro de mí
Limpiando todo en lo que me he convertido)

(Mi hogar está lejos pero el resto yace tan cerca
Con mi gran amor perdido bajo la rosa negra
Tú me dijiste que tenía los ojos de un lobo
Búscalos y encuentra la belleza de la bestia)


Mebd detuvo sus manos frente a ella, formando entre ellas un círculo de luz y energía. Clavó la vista fijamente en el Istar. Sus ojos ya no eran grises y fríos, sino de un color negro, profundo y brillante. Su voz resonó en todo el palacio como el eco del tiempo.

“Beware the beast but enjoy the feast he offers”
(Teme a la bestia pero disfruta el banquete que ofrece)

El círculo de luz se extendió por toda la habitación, cegándolo. Todo desapareció a su alrededor. Cuando se dio cuenta, ya se encontraba en otra habitación, un salón grande, de techo tan alto que no se distinguía, las paredes que lo rodeaban eran del más fino marfil, y al final del recinto, una puerta labrada en madera que Harry supo de inmediato, daba hacia el bosque. Un vago recuerdo, como un fugaz destello ante sus ojos, aquella puerta apareció, y recordó por primera vez, como su mano había girado aquel picaporte de reluciente cobre y él mismo había abandonado el lugar, sin mirar nunca para atrás. Al instante se volvió para ver aquello que nunca había visto en esa habitación, aquello de lo cual huía. Ahora, frente a él, un enorme arco de piedra caliza tallado se erguía imponente, de él colgaba una fina seda que ondeaba al viento, pero no había viento que la ondeara. Harry se acercó al arco con deseos de tocarlo. Unas voces lejanas parecían llamarlo desde el otro lado. Sus ecos distantes e incomprensibles le hacían sentir nostalgia, la misma nostalgia que en sus sueños despertaba.
- El Gran Portal de Morannon.
La voz de Mebd se escuchó a sus espaldas. Harry se volvió hacia ella y la miró a los ojos.
- Aquí… - continuó la bruja señalando la habitación y el gran arco – fue donde por primera vez apareciste. Por donde llegaste a este mundo.
- ¿Y por aquí he de regresar? – preguntó Harry.
- No, - respondió Mebd – ya que esta no es la habitación de la luz, así que tu acto incantatem no te servirá. No podrás atravesar el arco.
- ¿Mi qué?
- Veo que lo olvidaste también. ‘Acto Incantatem’, el hechizo para proteger el alma, evitar que la muerte la tome y se la lleve. Solamente las Ancestrales Hechiceras de Ynisvitrin lo conocen, así que de ellas debiste aprenderlo, al igual que el viejo Cathba Naráva. ¿Sabías que él perteneció a tu mundo e intentó regresar también?
- Sí.
- Pero no sabes la mejor parte.
- ¿Cuál?
- Ese gran hechicero fue más poderoso en tu mundo de lo que alguna vez fue aquí. Murió y renació, y volvió a morir y volvió a renacer. Pero finalmente, de esta muerte ya no podrá regresar jamás. Mucho tiempo quise quitármelo de encima, pero no lo lograba. Él fue el culpable de que yo no pueda salir de este mundo y regresar al que pertenezco. Aún creo que ni el mismo lo entendía cuando rondaba por estos lugares, pues, como tú, había olvidado muchas cosas de su pasado. Pero eso ya es historia. Tú y yo hicimos un pacto y voy a cumplirlo.
Con su largo dedo tocó la frente de Harry justo en su cicatriz
- Recuerda, solo cuando encuentres a Dumbledor conocerás realmente tu pasado. – le dijo Medb antes de pronunciar un nuevo canto.

“Home is where the way is
You road goes on forever
One more voyage to go”

“Dead to the world… Alive for the journey
One night I dreamt a white rose withering,
A newborn drowning a lifetime loneliness.
I dreamt all your future… Relived your past”

“Gone back in time to find your life…”

(Hogar es donde el camino está
Tú camino sigue para siempre
Un viaje más que andar)

(Muerto para el mundo… Vivo para el viaje
Una noche soñé una blanca rosa marchitándose,
Un recién nacido ahogando una vida entera de soledad.
Soñé todo tu futuro… Alivié tu pasado)

(Vuelve en el tiempo para encontrar tu vida…”)


Todo desapareció de nuevo a su alrededor. Sintió como el piso se desvanecía bajo sus pies y comenzó a caer y caer en el vacío oscuro. Sin poder abrir sus ojos, aferrando fuerte su varita, hizo contacto con el suelo. No fue una fuerte caída, pareció más un largo salto. Antes de abrir sus ojos sintió un viento frío acariciarle el rostro, y se dio cuenta que era de noche, pues una gran oscuridad penetraba aún a través de sus párpados cerrados. Lentamente abrió los ojos y contempló un camino ante él. Miró a lo lejos entre las sombras valle abajo y supo que había vuelto.

Capítulo XVII

Capítulo XVII

- No pensarás en irte sin despedirte, ¿o sí?
Él no dijo nada, ya estaba de pie en la puerta de salida, vestía su túnica negra de viaje encima y su varita estaba en su bolsillo. No tenía el valor de mirara atrás, pero se forzó a voltear. Y al girar la vio parada a unos metros de él, envuelta en un manto blanco de seda que dejaba su espalda al descubierto. En sus ojos brillaban las lágrimas que contenían y mostraban el amor que sentía por él y el dolor de su corazón por perderlo. Él la observó por un momento. Detrás de sus gafas, sus ojos reflejaban la tristeza que no podía ocultar, la tristeza de abandonar a su amor porque no tenía el valor de decirle adiós y enfrentar la realidad de que talvez nunca regresaría y jamás la vería otra vez. Abrió la boca, pero las palabras nunca salieron, en su corazón había un pesar mayor que toda su entereza. Ella se acercó a él, acarició su mejilla y lo besó en los labios. Después le dijo suave como la brisa:
- ¿Es éste nuestro adiós? ¿Así?… ¿te marcharás nuevamente sin decirme adiós?

In my hands
A legacy of memories
I can hear you say my name
I can almost see your smile
Feel the warmth of your embrace
But there is nothing but silence now
Around the one I loved
Is this our farewell?

(En mis manos
Un legado de recuerdos
Puedo escucharte decir mi nombre
Casi puedo ver tu sonrisa
Sentir el calor de tu abrazo
Pero no hay nada más que silencio ahora
Alrededor de aquel al que amé
¿Es éste nuestro adiós?


- Vána… yo…
Harry no supo que contestar. Habría sido más fácil haberla dejado dormida, sin conocimiento alguno de su partida, pero ella no lo consintió, no otra vez. Vána tenía sus ojos clavados en él y lo acarició nuevamente.
- Que gran tristeza hay en tu mirada – dijo con suavidad. – Corazón, mi dulce corazón, tu no estás solo.

Sweet darling you worry too much, my child
See the sadness in your eyes
You are not alone in life
Although you might think that you are

(Dulce cariño, te preocupas demasiado, mi niño
Veo la tristeza en tus ojos
No estás solo en la vida
Aunque puedes creer que lo estás)


Él tomó sus manos entre las suyas y las besó tiernamente, luego la besó en la frente y, finalmente, en los labios. Sin decir nada, dio media vuelta y se marchó. Ya no pudo mirar atrás, solo salió con el corazón en sus manos hecho pedazos, mientras ella seguía de pie, viéndolo empequeñecerse en la lejanía.

Never thought
This day would come so soon
We had no time to say goodbye
How can the world just carry on?
I feel so lost when you are not at my side
But there's nothing but silence now
Around the one I loved
Is this our farewell?

Sweet darling you worry too much, my child
See the sadness in your eyes
You are not alone in life
Although you might think that you are.

(Nunca pensé
Éste día llegaría tan pronto
No tuvimos tiempo de decir adiós
¿Cómo puede el mundo solo seguir?
Me siento tan perdida cuando no estás a mi lado
Pero no hay más que silencio ahora
Alrededor de aquel al que amé
¿Es éste nuestro adiós?

Dulce cariño, te preocupas demasiado, mi niño
Veo la tristeza en tus ojos
No estás solo en la vida
Aunque puedes creer que lo estás)


Se quedó de pie en el umbral de la casa, observándolo alejarse probablemente para siempre de ella. Y sin poder contener más el dolor, cayó de rodillas y comenzó a llorar.

So sorry your world is tumbling down
I will watch you through these nights
Rest your head and go to sleep
Because my child, this is not our farewell.
This is not our farewell.

This is not… our farewell.

(Lo siento tanto tu mundo se derrumba
Te observaré durante esas noches
Descansa tu cabeza y ve a dormir
Porque mi niño, éste no es nuestro adiós.
Éste no es nuestro adiós.

Éste no es… nuestro adiós)


-0-

Se escuchó el fuerte eco de unos pesados pasos provenir del gran y oscuro salón contiguo. << 'TOC – TOC – TOC' >> resonó la aldaba de hierro en la gran puerta de madera que separaba las habitaciones. El lugar tras esa puerta, un triste cuarto cubierto de tapiz negro, era tenuemente iluminado por la luz de luna que entraba por el gran ventanal que cubría casi toda la pared de un lado. En la pared opuesta, la sombra de una esbelta figura era dibujada con finos trazos, estática en la noche. La mujer que permanecía de pie frente al ventanal vestía un largo manto de terciopelo azul marino, más oscuro que las profundidades del océano mismo. Alrededor de su pálido cuello colgaba una exquisita cadena de oro con un bello cristal que en su interior contenía una pequeña piedra brillante. Su frío y terso rostro, iluminado por la luna, parecía más blanco de lo normal. Mientras sus facciones permanecían austeras, sus ojos miraban en la oscuridad de la noche, perdidos en sombríos y profundos pensamientos.
<< 'TOC – TOC – TOC' >>, resonó nuevamente en la puerta. La mujer no movió ni un músculo. Más sin embargo, sus finos labios se separaron y una aguda y gélida voz salió de ellos.
- Entra – dijo apenas en un susurro.
La puerta de madera se abrió con un chirrido que rompió el silencio. Sin moverse de su sitio, la mujer habló nuevamente.
- ¿Qué deseas ahora, Nimbar?, ¿Por qué has venido a molestarme?
- Mi Señora, le ruego me perdone, pero le traigo noticias, noticias importantes acerca de… el Istar.
Por primera vez, la mujer se giró para quedar frente al hombre que permanecía en el umbral, sin entrar completamente en el recinto.
- ¿Has dicho… noticias del Istar?
- Sí, mi Señora. El Istar ha abandonado su casa y se dirige hacia aquí. Muchos son los rumores que dicen que lo han visto viajando… solo. Se detiene aquí y allá, solo para preguntar la localización exacta de su castillo de forma discreta. Algunos dicen que solo es como un fantasma que aparece y desaparece furtivamente por las noches, sin permanecer mucho tiempo en un solo lugar, pero todos los que le han visto aseguran que definitivamente planea regresar a Gawthi–Tauron.
- Con que esas tenemos. Se atreve a venir aquí. – exclamó con un perversa sonrisa. – Bien, ya esperaba que viniera. Él sabe que soy la única con el poder que puede ayudarlo a recuperar lo que ha perdido.
Los dos permanecieron en silencio por un largo rato hasta que Nimbar se atrevió a tomar de nuevo la palabra.
- Mi Señora, ¿Qué haremos si él llega al bosque?, ¿lo detendremos?
- No, no haremos nada, mejor prepararemos su llegada al castillo. Ya te he dicho que llegará, llegará a mí porque yo se lo permitiré. El Istar debe ser mío, cueste lo que cueste.

-0-

Desde el día en que se marchó el tiempo se volvió lento y doloroso. Pensando en ella se dormía y pensando en ella se levantaba. Sentía que la extrañaba como nada en el mundo que conocía. Pero por más que pensara en ella, era otra la que ocupaba sus sueños, esos terribles sueños de dolor y desesperación olvidados, guardados en lo más recóndito de su pensamiento y que solo afloraba en su subconsciente. << ¿Quién eres? >> Se preguntaba una y otra vez en medio de la noche, cuando despertaba sobresaltado por la tristeza. << 'Por favor, dime ¿Quién eres?' >>

Continuó sus andares por peligrosos caminos, buscando información y buscando aquel terrible lugar: Gawthi–Tauron, el Bosque de las Sombras, indagando en la forma de regresar a su pasado. Sabía que tenía que encontrar a Mebd, la poderosa Hechicera que habitaba en ese bosque, ya que era la única que podría ayudarlo.


Finalmente, luego de largas semanas de búsqueda, llegó a los lindes de un bosque. Supo inmediatamente que era lo que buscaba porque lo sintió en su corazón, una terrible angustia y el hedor a muerte en el lugar.

Con paso decidido avanzó, encontrando rápidamente un camino estrecho. No pensó que fuera a durar mucho, siendo que el mismo bosque estaba vivo y lleno de criaturas maléficas que lo haría perderse con facilidad. Al entrar, sintió como un relámpago, el recuerdo de su primer día ahí, solo, herido y olvidado, abandonado para morir. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y el vello de su cuerpo se erizó, había murmullos de sombras creciendo en la oscuridad. ¿Qué terribles bestias le aguardaban en las profundidades de los árboles? Continuó varias horas caminado mientras zarzas arañaban su túnica de viaje. Su mano derecha siempre en guardia con su varita, atento ante cada movimiento a su alrededor. Entre más se adentraba, más sentía la desazón invadir su ser, no obstante, cada fibra de su pensamiento se esforzaba por mantenerla a raya, concentrando cada célula en mantener el rumbo, observando al cielo de vez en vez. << 'Mira siempre la estrella más brillante' >> le dijo un viejo por el camino justo antes de llegar al bosque, << 'la Gran Hechicera le gusta tener de frente la luz de la más brillante estrella, la captura para sí misma, y es ella misma quien te guiará por su oscuro sendero.' >> Para entonces ya se apreciaba el crepúsculo, y la primera y más brillante estrella se alzó ante sus ojos, radiante y hermosa, poderosa y lejana. Harry la observó pasmado, sintiendo hasta su calidez. Llegó la noche, pero no se detuvo a descansar, la estrella le dio fortaleza para continuar andando iluminando el camino más que la luna llena. Caminó, cada vez más rápido, casi no logrando separar la vista del cielo nocturno. Las bestias que murmuraban lo miraban desde sus escondrijos, el viento frío hacía susurrar los árboles a su alrededor. Pero Harry siguió caminando por aquel sendero iluminado por la estrella hasta que lo llevó, luego de un largo rato, al atrio de un enorme palacio de cristal y mármol cubierto entero de enredaderas.

Capítulo XVI

Capítulo XVI

El sol se filtraba por una abertura entre las cortinas de la habitación. El rayo alcanzaba la cabecera de la cama donde yacía una jovencita profundamente dormida. Sin mucha prisa, ella comenzó a abrir los ojos ante la luz que le molestaba. Al desperezarse vislumbró la habitación medianamente iluminada por la luz del sol. En el sofá, frente a su cama, se encontraba un joven de ojos verdes que le sonreía con dulzura.
- Buenos días – dijo Harry Potter a la jovencita.
Ella respondió con una débil sonrisa mientras un rubor aparecía en sus mejillas.
Él se levantó y caminó hacia ella, sentándose en el borde de su cama. Con su mano derecha le retiró el mechón castaño que caía sobre sus ojos mientras ella lo observaba sin pestañear. Luego la besó en la frente mientras acariciaba su rostro.
- ¿Entonces no fue un sueño? – preguntó ella con voz suave.
- No – respondió él – ya no es un sueño.
Vana se levantó y le rodeó el cuello con sus brazos en un fuerte abrazo.

Minutos más tarde, los dos se encontraban sentados a la mesa mientras el sol se elevaba en lo alto del cielo. Aunque ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna, sus miradas encontradas lo decían todo. El murmullo de las aves cantándole al sol, la brisa primaveral acariciando las hojas de los árboles, y ellos dos, dentro de la cabaña, contemplándose mutuamente en silencio, parecía que se encontraban dentro de un sueño.

Así transcurrieron varios días, que se hicieron semanas y luego meses. Harry se sentía tan feliz y tan a gusto que ya no quería irse de ahí, sentía que sus penas podían desaparecer en un ensueño de placer y felicidad. Pero, sabía que esas ilusiones no duran para siempre. Muy en lo profundo de su corazón, Harry sentía que el tiempo de su felicidad se estaba terminando, el momento ya se aceraba y no lo podría retrasar más. Una onda intranquila de sensaciones y extraños pensamientos azotaban su cerebro cada vez más, durante las noches, en sus más profundos sueños, un temor que no comprendía y sus antiguas pesadillas que aún lo acosaban regresaron sin cesar. A pesar de hallarse tan feliz al lado de Vana durante las mañanas, por las noches él sabía que aún tenía una misión sin completar y su búsqueda también estaba pendiente. Sabía que, tarde o temprano, debía recuperar su pasado.

-0-

Una hermosa noche adornada de brillantes estrellas se extendía fuera de la casa, mientras una tenue luz plateada de luna llena se filtraba por el rabillo de la ventana de una alcoba. En el interior, una cama blanca con suaves sábanas de seda mantenía a dos amantes en medio del éxtasis de su pasión… Ella, permaneciendo entre sus brazos mientras él la embestía con fuerza. El, con sus manos entrelazadas con las de ella, la sentía vibrar debajo. Sus cuerpos ardientes sudaban sin cesar, mientras se fundían el uno en el otro. Harry apretaba fuerte sus labios contra su boca, robándole hasta el aliento, ahogando gemidos de pasión y placer. Vána se aferraba a él, sintiéndolo penetrar su cuerpo, una y otra vez con movimientos sensuales y salvajes, hasta quedar sin fuerzas. Al terminar, Harry cayó exhausto sobre el cuerpo relajado de Vána, quien abrazó su cabeza contra su pecho por un largo rato, hasta quedarse los dos profundamente dormidos.

Esa misma noche adornada de estrellas continuó su camino en el tiempo. Aún faltaban horas para que comenzase a clarear. Y fue aquella noche cuando Harry tuvo un nuevo sueño, algo que lo cambiaría desde aquel instante.
Se encontraba de pie, frente a un gran lago de aguas oscuras, a sus espaldas, un gran castillo de piedra era iluminado por la luz de la luna. De pronto, ante él, apareció la figura esbelta de una doncella, dándole la espalda. Vestía un largo vestido negro, y sus cabellos oscuros caían hasta media espalda, trenzados con un listón plateado. Tan solo un par de metros lo separaban de ella. Repentinamente su corazón se aceleró, sin saber porque. Trató de acercarse, incluso extendió su brazo para intentar tocarla. Faltaban solo unos centímetros para alcanzarla cuando ella misma volteó hacia él. Harry quedó petrificado por un momento al verla al rostro. Sus ojos, sus ojos que eran de un café oscuro y muy penetrantes, lucían la expresión más triste que Harry hubiera visto jamás, y sintió como si su corazón hubiera dejado de latir por un instante, la tristeza de la chica estremeció cada fibra de su ser. No sabía quien era, no podía recordarlo, pero el verla así lo destrozaba por dentro como nada que hubiera conocido. Pero, aún así, el dolor no le pareció extraño, porque supo al instante de verla, que no era la primera vez que lo sentía. La chica mantenía sus manos sobre su pecho, resguardando algo, pero lentamente las bajó hasta colocarlas sobre su vientre, y comenzó a llorar amargamente, cayendo de rodillas al suelo, ahora cubriéndose la cara. Entonces, Harry despertó abruptamente, en sus brazos yacía Vána, desnuda y profundamente dormida, pues aún era de noche.

Se levantó de la cama con cuidado para no despertarla. Se puso algo de ropa y salió de la alcoba en silencio. En su corazón aún quedaban vestigios de ese dolor. Forzó su mente para tratar de recordar quien era ella y porqué se hallaba tan triste. Se acercó a la ventana. Los primeros rayos de la mañana se divisaban a lo lejos. << ¿Quién eres?, ¿qué significas para mí?, ¿por qué me duele tanto verte así? >>, Se preguntaba una y otra vez mientras presenciaba el amanecer.

- ¿Qué haces despierto tan temprano? – se escuchó una voz a sus espalda. Harry volteó y vislumbró a Vána en el umbral de la alcoba.
- Ya no pude dormir. - se limitó a responder.
La chica se acercó a él y lo abrazó por la espalda.
- ¿Qué quieres para desayunar?
- Lo que tú quieras.
- Bien, te prepararé un delicioso estofado. ¿Te pasa algo? - peguntó al ver la expresión perdida de Harry. Él se tardó un rato en contestar. La imagen de la mujer de su sueño aún estaba muy presente en su memoria.
- Nada, estoy bien. - respondió al fin, sonriente hacia Vána.
- Fue un sueño que tuviste, ¿cierto?
- Sí, pero nada de que preocuparse. Vamos, que tengo hambre.
Vána se encaminó a la cocina no muy convencida por la repuesta que Harry le dio. Mientras él continuó viendo el exterior sin observarlo en realidad, << ¿Quién eres? >>, Murmuró.

-0-

Pasaron unos cuantos días, pero Harry ya no era el mismo. Cada noche soñaba con ella y cada noche despertaba lleno de una terrible desesperación y tristeza que no comprendía, pero sabía que pertenecían a su pasado. Tenía que regresar y hacerlo pronto, pero no quería dejar a Vana, no otra vez. Para su infortunio, aquellos sueños no eran extraños a Vana. Ella sabía perfectamente que Harry tenía algo, lo sentía cada vez que lo encontraba con la mirada perdida en el espacio o cuando sus ojos se extraviaban en el fuego.

- Sé que algo te sucede – dijo Vana una noche mientras cenaban en silencio.
Harry evitó su mirada. Vana dejó a un lado los cubiertos y fijó la vista en él, aunque él pretendía seguir comiendo. Luego de unos minutos ella habló nuevamente.
- Ella sigue atormentando tus sueños, ¿verdad?
Por primera vez, Harry levantó la mirada para encontrar aquellos profundos ojos clavados en él. Pero era incapaz de hablar, por algún motivo. Vana bajó la mirada y comenzó a comer nuevamente, pero luego de un bocado se detuvo.
- La amas… - dijo quedamente aún con la vista en su plato medio vacío -… la amas más a ella que a mí.
Aquellas palabras congelaron a Harry en su lugar. No era una pregunta, sino una sentencia, casi una absoluta verdad. Luego de lo que parecieron horas, Vana levantó la cabeza para encontrar a Harry aún conmocionado por esas palabras.
- No tienes por que sorprenderte – exclamó, - sé lo que sufres dentro de tus sueños y sé que tu pasado aún te persigue sin que quieras darte cuenta. Deseas evitarlo a toda costa, pero no te dejará.
- ¿Por qué dices que la amo más que a ti?
- Porque es cierto. Tu no lo sabes, ni lo entiendes, solamente sufres. Aún estás perdido.
- ¡No! Yo estoy contigo, yo te amo.
- Lo sé. Pero también la amas a ella, y deseas desesperadamente encontrarla para saber quien es y saber porque te duele tanto verla triste… saber porqué la amas así.
- Vana…
- Creo que ya he terminado. Me iré a la cama, estoy cansada.
Se levantó de la mesa, recogió sus platos y se marchó a la habitación, dejando a Harry tan confundido como nunca lo había estado antes.

Al día siguiente, Vána no volvió a mencionar nada del sueño o aquella mujer otra vez. Se limitaba a disfrutar el clima y la compañía de Harry cada minuto que podía, como si presintiera también que el tiempo estuviera a punto de terminar.

-0-

Apenas pasadas un par de semanas desde que iniciaron esas pesadillas y que Vána hablara de ellas con Harry, el Joven Istar tomó la decisión de marcharse. Marcharse en busca de Mebd, en busca de su pasado y su destino, pero no sabía como explicárselo a Vana. Durante dos largos días meditó la forma de decírselo, pero nunca encontró las palabras ni el momento. El día anterior a partir, su corazón se encogió de angustia y dolor, y decidió despedirse de ella no con palabras.

Aquella larga tarde la observó venir en el campo, cuando llegó a la casa, continuó mirándola trabajar en la cocina. Ella le sonrió con dulzura, él gustoso contestó con un gesto feliz mientras por dentro su corazón se sentía morir…

Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós.
Y al mirarte siento que el dolor despierta en mi corazón.
Hoy mis ojos miran como tantas veces este otoño gris.
Hoy te estoy pidiendo que a pesar de todo, seas feliz…


Se acercó a ella y la abrazó tiernamente por la cintura a sus espaldas, ella sintió su aliento deslizarse por su cuello, y se estremeció.
- Te amo. - le susurró él al oído.
Ella se giró completamente hasta quedar frente a él. Y, sin decir nada, se fundieron en un beso del alma…

Llegará ese día en que mi tiempo sea solo para ti.
Llegará ese día en que mi canto sea un canto feliz.
Cuando me haya ido recuerda que hay alguien que piensa en ti.
Cuando muera el día recuerda que hay alguien que vive por ti.


La tomó entre sus brazos y la llevó a la alcoba. Despacio, con dulces caricias la fue desnudando hasta quedar solo entre sus dedos su alma pura cubierta de piel. Y entre sus brazos, sobre su cama blanca, la amó… una vez más.

La noche avanzó en el tiempo, por un largo rato la mantuvo en sus brazos mientras la contemplaba, pensando en lo bella que lucía dormida aquella noche.

Le murmuró al oído:
Cuando en la mañana el sol te despierte, recuérdame.
Y si estás cansada de sentirte sola, piénsame.


Sus ojos verdes destellaron en la oscuridad de la habitación, la tristeza que embargaba su corazón lo hizo suspirar profundamente y un nuevo pensamiento surgió en él, un pensamiento que en un susurro de despedida voló fuera de sus labios junto con un beso sobre su frente…

Se levantó de la cama, se vistió lentamente, calzó sus zapatos y sacó su pequeño equipaje ya listo del baúl, estaba preparando su partida. Dio tres largos pasos y se detuvo justo frente a la puerta, con la mano sobre el picaporte, giró su rostro y la miró una vez más…

Cuando me haya ido recuerda que hay alguien que piensa en ti.
Cuando muera el día recuerda que hay alguien que vive por ti…

Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós.
Y al mirarte siento que el dolor despierta en mi corazón.
Hoy mis ojos miran como tantas veces este otoño gris.
Hoy te estoy pidiendo que a pesar de todo… seas feliz.


Salió de la alcoba mientras una silenciosa lagrima se derramaba de sus ojos verdes y un lamento se contuvo fuerte dentro de su ser. Cerrándose la puerta tras de sí, se marcó el momento de su adiós, momento en el cual ella abrió sus ojos y lo buscó a su lado.

Capítulo XV

Capítulo XV


El mundo lo había cambiado en muchos aspectos. Había dejado de ser aquel muchacho que le contaba historias, y se había convertido en este hombre, alto y viril, que se imponía con solo su mera presencia. Pero aún así, aún y con todos esos cambios, con sus facciones ahora atestas de experiencia y madurez, en sus ojos seguía conservando aquella mirada de profundo misterio, llena de preguntas y dudas, y un dolor ya olvidado, pero también llena de esperanza y nuevo amor. Aquellos eran los mismos ojos que por primera vez la miraron.

Él también la miró a los ojos y observó dentro del universo de su mirada que ella había cambiado. Y se dio cuenta que ya no era la niña pequeña que se refugiaba en sus brazos cuando había tormenta, ni aquella niñita que le cantaba dulces canciones o bailaba para entretenerlo en el claro del bosque. No, ahora ella era una joven doncella, hermosa y llena de vida, frágil y delicada, como una flor de cristal, pero fuerte y orgullosa, como la cima de la montaña. Su rostro, bello y resplandeciente, brillaba con luz propia, una luz que iluminaba la oscuridad de su existir. Esa niña que lo había amado desde que lo vio por primera vez, ahora se había convertido en una mujer. Y pudo distinguir crecer dentro de él un mar de emoción, pues ahora sentía ese amor. El amor que había nacido escondido en sus juegos de la infancia bajo la sombra de los árboles, ese amor que se había jurado jamás profesar por temor o vergüenza y que había estado en él desde que la conoció.

Harry se acercó lentamente a ella, aún con su vista clavada en sus ojos. Ni el viento de la mañana que ondeaba sus cabellos sueltos lo distraía de su objetivo.
- Hola. - fue lo único que él pudo articular.
Vana lo seguía mirando fijo hasta que, en un arranque, soltó su canasta y corrió hacia él, abrazándolo fuerte, y él se aferró a ella también, haciendo que el mismo tiempo se detuviese en aquel pequeño instante.
- Hola pequeña – le susurró al oído – te he extrañado tanto.
Vana no decía nada, tan solo se perdía más y más entre sus brazos, deseando que aquel segundo durara una eternidad.

Luego de un rato se separaron. Mirándose fijamente permanecieron otros largos minutos hasta que…
- Ejem… - carraspeó Alicia. Harry y Vana voltearon hacia ella. - … Eh… hola, Vana. A mí también me da mucho gusto verte, pero, ¿sería mucha molestia si nos invitas a entrar?, es que, estoy algo cansada. Verás, Harry nos trajo caminado casi toda la noche y no hemos dormido bien estos últimos días.
Vana dibujó una sonrisa en su rostro y un ligero rubor apareció en sus mejillas.
- Claro que sí, disculpa que no lo haya hecho antes, pero tenía tantas ganas de ver a Harry que se me olvidó que también venías tú.
- Puedo imaginarlo – respondió el hada.

Ya dentro de la casa Alicia y Kobe se sentaron frente a la chimenea, mientras Harry permanecía en el umbral aún con Vana.
- ¿Tienes hambre? – le preguntó.
- Sí.
- Pasa, siéntate. Ahora les preparo algo rico de desayunar.

Mientras desayunaba en la mesa…

- ¿Por cuánto tiempo se quedaran esta vez? – preguntó Vana a Alicia, aunque miraba de reojo a Harry para ver su reacción.
- Kobe y yo solo estaremos un par de días, yo tengo que regresar a mi bosque y él a su hogar también. No tengo idea de que planes tenga el Istar, no nos ha hablado mucho de que hará.
- Ya veo. ¿Qué harás, Harry?
- Necesito descansar, por eso me quedaré aquí, no sé cuanto tiempo. Espero que no te moleste.
- ¿Molestarme? Solo si te largas otra vez sin decir adiós.

Al pasar un par de días y como la habían prometido, Alicia y Kobe partieron a sus lugares de origen, no sin antes despedirse de Harry y de su anfitriona.
- A sido un placer estar de nuevo en tu casa, Vana, ya que ahora no estuviste tan enojada ni tan triste como la última vez.
- Ja, tienes razón, Alicia. Yo también espero no volver a tener el mismo estado de ánimo.
- Vana, mucho gusto de haberte conocido – comentó Kobe – aunque solo te traté por dos días.
- Joven Istar – comenzó Alicia – fue un honor viajar contigo, he aprendido muchas cosas, principalmente paciencia. Gracias por haber salvado mi vida en tantas ocasiones, jamás pude pagarte ni la primera, pero siempre te recordaré.
- Igual yo – agregó Kobe – Gracias.
- No fue nada. Gracias por hacerme compañía por tantos años, son buenos amigos.

Y finalmente se quedaron solos. Ninguno de los dos habló mientras permanecía en el umbral de la puerta observando como caía la tarde, ya que Alicia y Kobe hacía rato que había desaparecido de la vista. Entonces una corriente de aire nocturno hizo a Vana tiritar. Harry, como si de un reflejo se tratara, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, para darle calor. Ambos se miraron un instante sin decir una sola palabra. Juntos contemplaron el caer de la noche.

Desde entonces los días pasaron rápido. Vana se levantaba todas las mañanas a buscar frutas frescas para el desayuno, mientras dejaba a Harry descansar. Él dormía mucho, como si todos sus viajes lo hubiera agotando tanto que solo pensara en dormir por largos días. Al pasar un par de semanas Harry sabía que ya no lo podía ocultar, su amor por ella crecía día a día… en cada momento que la veía su corazón se aceleraba… cuando los dos se sentaban en la mesa a desayunar, comer o cenar. Harry se preguntaba porque ahora ella no mencionaba nada de sus sentimientos, como en ocasiones anteriores. Si ella hubiera vuelto a decirle que lo quería, su respuesta ahora habría sido totalmente diferente. Pero Vana siempre callaba.

Sin darse cuenta llegó el invierno. La cabaña era muy cálida, más cuando los dos se sentaban frente al fuego para charlar o para contar historias. Vana se fascinaba escuchando todas las aventuras por las que Harry había pasado durante sus viajes. Y mientras él las contaba, un destello brillante aparecía en los bellos ojos de la chica.

Pasaban las semanas y ella permanecía en silencio, Harry no se atrevía a preguntar, no quería, pues tenía miedo de sus posibles reproches, o peor aún, que ella ya no sintiera nada por él; pero no podría aguantar mucho conteniendo sus sentimientos hacia ella, con tanto trabajo que le había costado darse cuenta de ellos.

El invierno terminó en un abrir y cerrar de ojos, dejando paso a una cálida primavera. Vana se mostraba un poco distante con Harry, pero él ya no lo podía negar, la amaba. Cada mirada, cada roce accidental de sus cuerpos, cada palabra que le dirigía, todo reflejaba lo que su corazón y su alma gritaba en su interior. Se asentó la primavera, y con ella retornaron a sus paseos por el bosque. Y fue entonces cuando, en una cálida tarde a la puesta del sol, sentados a la orilla del río, Harry dejó de luchar. Y bajo la sombra protectora de aquel árbol que siempre vigiló sus juegos de juventud, la abrazó, la miró a los ojos y la besó por primera vez… y la amó por primera vez… robándole el aliento y la vida…

Quizá de amores yo no entienda
Quizá mañana me arrepienta
Pero hay algo que me empuja a ti
A robar tu amor... tu amor en flor.

A besar tus pocas primaveras
A modelarte a mi manera
Y con el brío noble de un corcel
Cabalgar tu cuerpo... y morir después.


Temblando en sus brazos al ser su primera vez, aferrándose contra su pecho, dejando de ser niña para convertirse en mujer.

Abrázame, criatura mía
Abrázame, no tengas miedo
Abrázame, suave y fuerte
Suave y fuerte
Libera tu mente y abrázame

Quizá no sepas que decir
Cuando empieces a sentir
No tengas miedo
Es porque estás
Empezando a vivir

Abrázame, criatura mía
Abrázame, no tengas miedo
Abrázame, suave y fuerte
Suave y fuerte
Libera tu mente y abrázame


- 0 -

Se durmió en sus brazos cuando la noche comenzó. La cargó con dulzura y a la casa la llevó. La recostó en su cama y por un largo rato la observó dormir, sentado en el sillón frente a ella, la contempló con sus ojos verdes brillantes en la oscuridad. Y sintió todo el amor que ella tenía para él, tratando de evitar la culpa que lo embargaba por haberla amado, siendo ella más joven que él.

Rojos sus labios
Como rosa de abril
Con más miedo que deseo
Ella vino hasta mí

Ternura en su alma
Y juventud en su piel
Unos años en blanco
Unos sueños sin dueño
Queriendo aprender

Su lenguaje es sencillo
Natural su forma de ser
Era como un pajarillo
Que vuela alto por primera vez

Llena de vida
Fue niña hasta ayer
Flor deshojada
Mujer de su hombre
Y compañera a la vez

Ay de mí… ni yo mismo me conozco
Ay de mí… me estoy volviendo loco
…nunca me amaron así…


Y mirándola como tenía sus ojos cerrados a la luz, los primeros rayos de un nuevo día aparecieron por la ventana.

Capítulo XIV

Capítulo XIV


Una hermosa doncella caminaba por el bosque nevado hasta llegar al borde de un río, se sentó recargada en el tronco de un gran y viejo árbol de ramas desnudas, mientras su corazón suspiraba las últimas palabras que le dijo a su amor unos meses atrás, justo antes de su partida: "Te amo, Harry, pero ya no esperaré por siempre". Suspiró profundamente y sus ojos brillaron como el hielo que recubría las aguas frente a ella.
- Puedo esperarte toda una vida, y seguiré siendo muy joven para ti, Harry Potter, pero aún así te amo y… te necesito. - dijo al viento.

Oh ohh ohh ohh…
Cómo quieres que me aclare,
Si aún soy demasiado joven para entender lo que siento,
Pero no para jurarle al mismísimo ángel negro,
Que si rompe la distancia que ahora mismo nos separa,
Volveré para adorarle, le daría hasta mi alma
Si trajera tu presencia a esta noche que no acaba.

Te necesito, como a la luz del sol,
En este invierno frío, Pa' darme tu calor.

En un lugar, muy lejos de ahí, un alma solitaria caminaba sin rumbo fijo. El Joven Istar viajaba por el mundo, ahora con ella en su pensamiento, sintiendo una gran tristeza por no decirle adiós y por no reconocer su gran amor. Escuchó de pronto en el viento el susurro de su voz, y en su corazón el canto de amor que profesaba en secreto, y él no pudo evitar reconocer cuanto la quería… y cuanto la necesitaba:

Oh ohh ohh ohh
Como quieres que te olvide,
Si tu nombre está en el aire y sopla entre mis recuerdos.

Si ya sé que no eres libre, si ya sé que yo no debo,
Retenerte en mi memoria.
Así es como yo contemplo…

Mi tormenta de tormento,
Así es como yo te quiero.

Dúo:
Te necesito, como a la luz del sol,
En este invierno frío, Pa' darme tu calor.
Te necesito, como a la luz del sol,
Tus ojos, el abismo donde muere mi razón...

Oh ohh ohh ohh

Cómo quieres que me aclare
Oh ohh amor
Cómo quieres que te olvide…

Te necesito, como a la luz del sol,
En este invierno frío Pa' darme tu calor.
Te necesito, como a la luz del sol,
Tus ojos, el abismo donde muere mi razón...
Oh ohh ohh ohh
Te necesito… Te necesito… Te necesito…
Te necesito… Te necesito… Te necesito…

………

Maestro!
Aprendiz!
Corazón fuerte, 7° Buscador.
Guerrero!
Discípulo!
En él el Maestro Hechicero…


El tiempo ha ido transcurriendo, los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años, y aún continuaba soñando cada noche con ella, pensando 'ya no es una niña y la amo'.

-¡Que bello día!, - exclamó Alicia una fresca mañana de primavera - ¿no lo crees, Istar? – preguntó a Harry, pero él no respondió, continuaba sentado frente a la fogata casi extinta. - ¿Te quedaste despierto toda la noche?
Seguía sin contestar.
- Piensas en ella, ¿no es cierto?
Por primera vez Harry volteó.
- ¿Cuántos años han pasado?, - preguntó Alicia - ¿cinco?
- Sí creo que son 5. - respondió Kobe un pequeño y joven elfo que se les había unido en el camino - ¿cinco años desde que paso qué?
- ¡Ay, que tonto eres!, desde que la vio por última vez.
- Es cierto… ¿A quien?
- Pues a quien va ser, a la nieta del viejo Cathba, a Vána.
- Pues claro, el viejo Cathba, ¿Quién es el viejo Cathba?
- Fue el maestro del Istar. De veras que nunca pones atención a lo que te digo. Desde que te rescatamos de aquellos criminales solo has hecho preguntas tontas y fastidias con tus tonterías.
- No digas eso, ustedes me salvaron, lo menos que podía hacer era devolverles el favor ayudándolos en su búsqueda.
- Pues no has ayudado mucho, solo molestas cuando no dejas de hablar.
- Mira quien habla – dijo Harry aún mirando la fogata – ahora ya te sientes como yo desde que te conocí.
- Que gracioso, Harry – respondió Alicia, quien entendió la indirecta directa. - Por cierto, - agregó - ¿ya te has decidido ir a buscarla?
Harry tardó unos minutos antes de responder.
- Aún no, no creo tener el valor de enfrentarla.
- ¿Por qué?, si no le has hecho nada.
- Fueron dos veces las que me fui sin despedirme. Y también fueron dos veces las que la rechacé. No creo que quiera verme, no puedo llegar ahora a su vida para decirle que la… - calló, inseguro - Seguramente ya me ha olvidado.
- Pero, si no te olvidó en dos años…
- Pero ahora son cinco años, mucho tiempo. En estos momentos debe ser una hermosa mujer, llena de vida. Estoy seguro que habrá cientos de hombres luchando tan solo por obtener una mirada suya.
- Tal vez, pero ella no los mira a ellos, te mira a ti… te ama a ti.
Harry solo suspiró.

*

Ya había llegado el otoño una vez más. Aquel era un día gris y lluvioso que se asomaba por fuera la cabaña donde se refugiaban. Dentro, Alicia y Kobe dormían placidamente en una alcoba. Harry permanecía junto a la ventana, observando el vacío de la noche, mientras su sombra danzarina creada por el fuego de la hoguera a sus espaldas se dibujaba en la puerta. Es su cabeza solo había cabida para un único pensamiento, Vána…

Como sopla el viento en las ventanas,
Como llueve hoy…
Como esta la calle de vacía,
Como muere el sol…
Estos días grises del otoño me ponen triste,
Y al calor del fuego de mi hoguera, te recuerdo hoy…
Te recuerdo hoy, a ti, que eres mi vida entera, la brisa de primavera, la claridad.
A ti, que sufres cuando me esperas, que miras a las estrellas y que suspiras por mí…

Estaban a escasos días de llegar nuevamente a la aldea de Utice. Harry se sentía cansado, cansado de viajar y no encontrar respuesta, cansado de no tener un lugar estable al cual llamar hogar, cansado de estar lejos de su lado.


El sol aún no salía de entre las montañas, pero sus rayos comenzaban ya a iluminar el cielo entre las grises nubes del amanecer, una mañana de Tuilë. Ya a esa temprana hora, una hermosa doncella se encontraba en la campiña, recogiendo los últimos frutos que los árboles reservaron para el final de la temporada.

Una vez llena su canasta, Vána regresó a la cabaña. Justo al encontrarse frente a la puerta de madera, la luz de la mañana la alcanzó y dibujó delante de ella una sombra, la sombra de alguien que se encontraba a sus espaldas, a unos metros de distancia. Se giró lentamente para encontrarse frente a frente con Harry Potter, el gran y único amor de su vida.
Sus ojos se cruzaron un instante, sumergiéndose cada uno en la mirada del otro. Y ella pudo distinguir en el verde de su mirada que era él, el mismo que siempre amó…

Capítulo XIII

Capítulo XIII


Harry se quedó contemplando el rostro feliz del viejo por unos minutos. En ese momento la puerta se abrió nuevamente y Vána apareció en el umbral. Observó la escena con detenimiento, clavó la mirada en los ojos de Harry, y encontró que expresaban una gran tristeza, luego posó la vista en el cuerpo inerte del que fuera su abuelo, la única familia que conoció durante su vida. Y no hubo necesidad de palabras para expresar lo que sentía, su rostro lo decía todo. Se acercó a él lentamente, mientras unas finas lágrimas de cristal resbalaban por sus mejillas. Acarició el rostro aún tibio de su abuelo y lo besó en la frente. Luego susurró solo para él:
- Vanta maara, Atar. Namárië ar tenn'oio.
Y sin mirar atrás, salió de la alcoba.
Harry salió tras ella casi de inmediato.
- ¡Vána! - la llamó, pero no hubo respuesta. La chica salió de la casa sin desviar la mirada.

Pasó la tarde entera, y no fue si no hasta la noche cuando la puerta de la cabaña se abrió nuevamente, y la figura empapada de una jovencita yacía de pie en el umbral. Harry se levantó de la silla en la que se hallaba sentado, frente al fuego, y la contempló. En la oscuridad sus ojos verdes reflejaban la luz de la hoguera.
- Vána. - la llamó Harry con suavidad.
Ella alzó la vista. El joven Istar distinguió la tristeza de su mirada, supo que había llorado. Caminó despacio hacia ella. Se detuvo a un palmo de su rostro. Vána solo levantó la vista y la clavó en sus ojos. Con un movimiento rápido se aferró a él y comenzó a llorar.
- Tranquila, ya estoy aquí. – le susurraba Harry.
- ¿Por qué?, ¿Por qué me dejó sola?, ¿Por qué se fue? – decía entre lágrimas. – Lo extraño demasiado, no podré vivir si él. Ahora si estoy completamente sola.
- No estas sola, porque yo estoy contigo.
Vána lo abrazó más fuerte aún. Harry se sentía confundido mientras la tenía en sus brazos.
- Vamos, - exclamó Harry de pronto – primero necesitas cambiarte esa ropa mojada, sino enfermarás.
Con paso lento, Vána se dirigió a su alcoba para cambiarse, mientras Harry regresaba a su asiento frente al fuego.

A la mañana siguiente Harry se levantó temprano. Se disponían a llevar el cuerpo de Cathba al lugar donde descansarían sus restos. Muchas personas salieron de sus casas para vislumbrar la procesión que acompañaba al viejo, pero no se acercaban, por temor a Vána principalmente. Pero mientras caminaban, un pensamiento apareció en la cabeza de Harry y no lo abandonaba, rondándolo como un buitre que vuela sobre un trozo de carne muerta, listo para caer sobre él. Todo lo que Cathba le dijo acerca de cómo llegó ahí y de cómo podría regresar. Ahora pensaba seriamente en buscar a Mebd.
- ¿En qué piensas? – preguntó Vána, que iba a su lado.
- En nada importante.
- ¿Aún buscas la forma para regresar al lugar de donde vienes?
- Sí.
- Mi abuelo pasó mucho tiempo intentándolo, si él no lo logró, jamás lo lograrás tú.
Al decirlo le dirigió una mirada seria y se adelantó en su caminar, dando por terminada aquella pequeña conversación.
Finalmente llegaron al lugar, un cementerio en una hermosa colina. En lo más alto yacía un pedestal de piedra. Cuidadosamente colocaron el cuerpo del viejo debajo y permanecieron con el un rato. Luego regresaron a la casa todos en silencio.

Aquella tarde se la pasó lloviendo a cántaros, como si el cielo estuviera llorando junto con aquellos que extrañaban al viejo Cathba. Vána continuaba melancólica y Harry sentía que él no podía consolarla sin que ella malinterpretara sus sentimientos pero, ¿de verdad solo la quería como una hermana? No, muy en su interior algo surgía y su fría cabeza calculadora intentaba ocultar y negar al mundo.

Habían pasado un par de días desde que muriera Cathba, y Harry ya comenzaba a planear su partida. Tenía miedo de dejarla nuevamente, pero sentía que debía seguir con su camino. Poco a poco empezó a alejarse de ella, evadiendo todos sus encuentros. El día previo a partir, Harry permaneció todo el día en el bosque, para no verla, pero no contaba con que ella lo estaría esperando en la puerta de la cabaña al atardecer, cuando regresó.

- Mañana te irás, lo sé. – Le dijo en cuanto Harry entró – Has estado evitándome desde ayer.
Pero él no contestó nada, pues era cierto. Vána se acercó a él lentamente y fijó sus ojos en los suyos.
- Dime, ¿sigo siendo una niña para ti?
Aquella pregunta sorprendió a Harry, quien ciertamente, quiso responder que no, que ya había madurado y se había convertido en una adolescente hermosa que aparecía cada vez más frecuente en su pensamiento. Pero aún y en ese momento, cuando su corazón calladamente se engañaba, su sentido común predominó, << '14 no es mejor que 12, yo tengo 20 y jamás podría…' >> pensó.
- ¿Lo sigo siendo? - insistió ella, sin desviar la mirada.
- Has madurado mucho en estos dos años. Ya no eres una niña. - Ella sonrió. - Pero para mí, aún no…
- No soy suficiente. – bajó la cabeza un instante y se dio media vuelta - ¿Para que regresaste?, - preguntó, aún dándole la espala – no fue solo por mi abuelo, ¿o sí?
- No, - contestó el, poniendo los brazos en sus hombros - no solo fue él, también tú, quería saber como estabas.
- Claro, tanto te importo. – dijo con sarcasmo.
- No es justo. – exclamó Harry, dolido.
- ¿No es justo?, - se giró para quedar nuevamente frente a él – te diré lo que no es justo: que te ame más que a mi vida y a ti ni te importe, que no pueda pensar en nada más que en ti, día y noche, esperando por una caricia tuya, no de hermano, sino de hombre, ¡eso no es justo!
Sus ojos brillaron más a la luz del fuego.
- Vana…
- ¿Por qué no te largas de una vez por todas y nos evitamos todo el melodrama?
- No quiero que las cosas se queden así entre nosotros.
- ¿”Nosotros”?, ¿Qué “nosotros”?, ¿acaso existió un “nosotros” alguna vez?
- Vana, por favor. Tal vez con el tiempo…
- Con el tiempo… ¿Qué?, ¿llegarás a quererme como yo a ti?, o ¿llegaré a olvidarte como tú a mí?
- No es tan fácil como crees.
- Lo que daría por que fuera fácil… – Le dijo. Se volvió para darle otra vez la espalda. – Te amo, Harry, pero ya no esperaré por siempre.
Y se marchó.

A la mañana siguiente Harry se levantó muy temprano, aún no amanecía. Vana continuaba dormida en su alcoba. Muy silenciosamente, el joven Istar fue a despertar a Alicia, el hada, quien acostumbraba dormir en un saco junto al fuego.
- Es hora de irnos.
- AAAHHHUUU… pero… pero, ¿no nos despediremos?
- No puedo despedirme de ella. Si la veo, jamás me iré.
- Vaya, vaya, ¿no que solo era una niñita caprichosa?
- Yo jamás lo dije con esa intención. Ahora levántate.
- Lo sé, pero eso te gustaría que fuera. Y que a ti no te importara tanto.
- Cállate y recoge tus cosas.

La luz del sol de otoño apenas se asomaba entre las colinas y las nubes grises cuando por fin abandonaron la aldea de Utice, y durante su camino Harry iba reflexionando en sus sentimientos. ¿Por qué le dolía tanto dejarla?
- ¿Estás seguro de querer irte ahora?
- ¿Por qué lo preguntas?
- No te ves muy convencido que digamos.
- Pues para ser honesto contigo, Alicia, no quería irme, no quería dejarla sola, se lo prometí a Cathba.
- Claro que no querías y no quieres, pero no por la promesa al viejo, sino por que la amas, aunque trates de negarlo una y otra vez.
Harry se detuvo en seco al escucharla. No quería admitirlo, pero lo que Alicia decía probablemente era verdad.