domingo, 20 de enero de 2008

Capítulo VIII

Capítulo VIII.

Harry nunca supo en realidad porqué aceptó ayudar a Sara a rescatar a su padre, sabía que no era solo por bondad, seguro había alguna recompensa para él, aunque no lo supiera en el momento, su intuición casi nunca fallaba. Además, había algo en la mirada de Sara que le decía que ella era más de lo que aparentaba y que sería bueno ayudarla.
Pese a que Harry hizo todos los esfuerzos posibles, no pudo deshacerse de Alicia, la pequeña Hada que rescató, ya que era más escurridiza y buena para seguir rastros, que casi le parecía imposible que lo dejara solo. Por tal motivo, el Joven Istar se resignó a tener su compañía, siempre y cuando lo obedeciera y no le estorbara, cosa que le era muy difícil a la chica entrometida que era. Así los dos continuaron el viaje en busca de Wilfric.

- ¿Cuándo planeas regresar a tu bosque encantado? – preguntó Harry a Alicia una noche, mientras acampaban.
- Luego de salvarte la vida, aunque puedo pedir permiso y acompañarte por unos 300 años. Sabes, a veces es bueno ir acompañado de un hada.
- Tal vez, pero no creo que eso pase.
- ¿Tan desagradable te soy?
- Claro que no, bueno, solo a veces. Pero es por que no creo vivir tanto como tú. Además, estoy en medio de una misión, ya te lo expliqué, tengo que rescatar a alguien más. Eso sin mencionar que también estoy en una búsqueda, la cual tengo que hacer solo, es ahí cuando me dejarás de acompañar.
- ¿Por qué?
- Porque así tiene que ser. Créeme, he dejado mucho más por esto.
- Bueno, solo déjame acompañarte por un tiempo. Yo conozco muchos lugares y a muchas criaturas y eso te puede ser de utilidad.
- No lo sé…
- No se diga más, seré tu compañera de viaje.
- Pues que más. ¿Verdad?
- Ya verás que no será tan malo mi compañía.
- Está bien, pero dime primero, ¿cómo fue que te capturaron?, siendo una hada ‘tan hábil’ como tú.
- ¿Te estás burlando?
- No, claro que no. – rió Harry, con un dejo de sarcasmo.
- Es muy buena pregunta, no tengo ni idea.
- ¿Cómo que no tienes idea?
- Bueno, creo que fue por mi descuido. Recuerdas que te dije que vengo del Bosque de las Campanillas, ¿cierto? Bueno, esos tipos son espías, creo que fueron ayudados por Mebd para lograr llegar hasta el castillo del bosque, yo los descubrí y di la alerta. Lograron escapar, pero me encomendaron justo a mí seguirlos y averiguar que era lo que querían. Todo hubiera salido perfecto de no ser que me quedé dormida y que ellos tenía una soga hecha de un material mágico, aurus, muy fuerte y que contrarresta la magia de las hadas, esa cuerda solo pudieron obtenerla de Mebd.
- ¿Así fue como te capturaron?
- Sí.
- Otra pregunta, ¿quién es Mebd?
- ¿NO CONOCES A MEBD?
- No.
- ¿Pues en que mundo has vivido?
- No en este, te lo aseguro.
- Mebd es la más grande hechicera que habita este lugar. No existe nadie que la haya desafiado y vivido para contarlo, es más, no existe casi nadie que la haya visto en persona para poder desafiarla ya que nunca sale de su castillo.
- Si nunca sale, ¿cómo saben que es tan terrible?
- Por lo que ha hecho. Es tan poderosa que no necesita salir de su palacio si quiere acabar con alguien o si desea obtener algo. Hay criaturas y seres mágicos que la sirven y la consideran como su reina.
- Pues a mí me parece que tal vez no sea tan fuerte, si no tiene el valor de dar la cara y hacer ella misma su trabajo sucio.
- Eso dices porque no la conoces ni sabes siquiera donde vive.
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Sabes donde vive?
- Si no la conozco a ella, menos sé dónde vive.
- Pues ella habita en Gawthi–Tauron. Se dice que fue ella misma quien creó el poderoso portal Morannon que se halla en las profundidades de su bosque, en su castillo.
- ¡¿Es cierto lo que dices?! Entonces, ¿ella me puede ayudar a encontrar la forma de atravesar el portal?
- ¡¿ESTAS DEMENTE?! Ella jamás te ayudaría, eso si logras llegar a su castillo, lo cual creo imposible. Por si no me escuchaste, nadie ha logrado adentrarse en su bosque a más de 10 metros sin terminar frío como el hielo, muerto.
- Pero tú no sabes de lo que yo soy capaz.
- No, pero nunca has entrado ahí, si lo hubieras hecho, sabrías de lo que hablo.
- Yo he estado ahí. De hecho, el estar ahí es el último recuerdo que tengo en mi cabeza. Antes de encontrarme ahí, no recuerdo nada más.
- ¿En serio? Vaya, eso sí que me sorprende, parece que…
- ¡Sshhh! – exclamó Harry de pronto, escuchando en la lejanía. – ¿Escuchas?
Alicia guardó profundo silencio para escuchar también.
- ¿Qué es ese sonido? – preguntó Harry.
- Son… no puede ser, sígueme.
- ¿A dónde vamos?
Alicia condujo a Harry al borde del camino. Se escondieron tras un gran tronco.
- Mira. – susurró ella señalando hacia el camino.
Harry se levantó un poco y se asomó discretamente, para no ser visto. Entonces lo contempló, estático y conteniendo el aire en el pecho. Frente a ellos, en la vereda de piedra, entre los árboles, una compañía de hermosas criaturas andaban despacio, como flotando sobre la neblina del camino, mientras suaves cánticos se lograban distinguir entre los susurros de la noche. Vestían largas túnicas de seda blanca que ondeaban con la brisa, sus cabellos largos y lacios estaban entretejidos con listones de plata y oro, y sus rostros, brillantes de luz propia, iluminaban la negrura del bosque. Harry quedó cautivado por la bella imagen que andaba ante él.
- Que hermosas criaturas, - dijo apenas en un murmullo - ¿son humanos?
- No, - respondió Alicia – son elfos, las criaturas más bellas de este mundo. Ella – señaló a la del principio – es Niphredil, descendiente de uno de los más grandes elfos que haya pisado este lugar, es la hija del príncipe del bosque negro, aquel que fue conocido como ‘hoja verde’.
Harry pudo notar que la elfa Niphredil era la más hermosa de toda la compañía.
- ¿’Hoja Verde’?
- Sí. Fue él quien restauró la amistad entre los elfos y los enanos, y fue miembro del grupo encargado de la misión más peligrosa y heroica que se haya relatado de la tercera edad, también participó en una gran batalla representando a su raza. Pero eso fue hace más de una era ya, ahora nadie sabe adonde está o que fue de él, su hija nunca habla de él pero lo recuerda mucho, los más ancianos de entre los suyos dice que es como si lo vieran a él en sus ojos claros, dicen que tiene su penetrante mirada que puede escudriñar en la lejanía. La verdad, no sé que hace alejándose de su hogar.
- Vaya, tiene nombre de flor – comentó Harry mientras su mirada seguía fija en la bella elfa.
- Es cierto – respondió Alicia, que también miraba a la elfa.
Entonces Harry no pudo evitar recordar a la pequeña Vana en el momento cuando ella le regalo aquella flor plateada llena de esperanza e ilusiones, demostrándole su amor.
- ¿Estás bien? – preguntó Alicia al ver su expresión ensombrecida por la tristeza y añoranza.
- Sí, - contestó él, tratando de disimular – solo recordé a alguien, alguien que quiero mucho… y que extraño.
- Debe ser alguien muy especial, puedo leerlo en tu mirada.
- Vamos, - dijo él, intentando cambiar el tema, evitando los ojos azules de Alicia – debemos descansar, mañana nos espera un largo camino por recorrer.
- Tienes razón, si salimos temprano, para el atardecer llegaremos al bosque negro.

Aquella noche Harry fue a dormir bajo las estrellas mientras Vána asaltaba sus más profundos sueños.

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