domingo, 27 de enero de 2008

Capítulo XV

Capítulo XV


El mundo lo había cambiado en muchos aspectos. Había dejado de ser aquel muchacho que le contaba historias, y se había convertido en este hombre, alto y viril, que se imponía con solo su mera presencia. Pero aún así, aún y con todos esos cambios, con sus facciones ahora atestas de experiencia y madurez, en sus ojos seguía conservando aquella mirada de profundo misterio, llena de preguntas y dudas, y un dolor ya olvidado, pero también llena de esperanza y nuevo amor. Aquellos eran los mismos ojos que por primera vez la miraron.

Él también la miró a los ojos y observó dentro del universo de su mirada que ella había cambiado. Y se dio cuenta que ya no era la niña pequeña que se refugiaba en sus brazos cuando había tormenta, ni aquella niñita que le cantaba dulces canciones o bailaba para entretenerlo en el claro del bosque. No, ahora ella era una joven doncella, hermosa y llena de vida, frágil y delicada, como una flor de cristal, pero fuerte y orgullosa, como la cima de la montaña. Su rostro, bello y resplandeciente, brillaba con luz propia, una luz que iluminaba la oscuridad de su existir. Esa niña que lo había amado desde que lo vio por primera vez, ahora se había convertido en una mujer. Y pudo distinguir crecer dentro de él un mar de emoción, pues ahora sentía ese amor. El amor que había nacido escondido en sus juegos de la infancia bajo la sombra de los árboles, ese amor que se había jurado jamás profesar por temor o vergüenza y que había estado en él desde que la conoció.

Harry se acercó lentamente a ella, aún con su vista clavada en sus ojos. Ni el viento de la mañana que ondeaba sus cabellos sueltos lo distraía de su objetivo.
- Hola. - fue lo único que él pudo articular.
Vana lo seguía mirando fijo hasta que, en un arranque, soltó su canasta y corrió hacia él, abrazándolo fuerte, y él se aferró a ella también, haciendo que el mismo tiempo se detuviese en aquel pequeño instante.
- Hola pequeña – le susurró al oído – te he extrañado tanto.
Vana no decía nada, tan solo se perdía más y más entre sus brazos, deseando que aquel segundo durara una eternidad.

Luego de un rato se separaron. Mirándose fijamente permanecieron otros largos minutos hasta que…
- Ejem… - carraspeó Alicia. Harry y Vana voltearon hacia ella. - … Eh… hola, Vana. A mí también me da mucho gusto verte, pero, ¿sería mucha molestia si nos invitas a entrar?, es que, estoy algo cansada. Verás, Harry nos trajo caminado casi toda la noche y no hemos dormido bien estos últimos días.
Vana dibujó una sonrisa en su rostro y un ligero rubor apareció en sus mejillas.
- Claro que sí, disculpa que no lo haya hecho antes, pero tenía tantas ganas de ver a Harry que se me olvidó que también venías tú.
- Puedo imaginarlo – respondió el hada.

Ya dentro de la casa Alicia y Kobe se sentaron frente a la chimenea, mientras Harry permanecía en el umbral aún con Vana.
- ¿Tienes hambre? – le preguntó.
- Sí.
- Pasa, siéntate. Ahora les preparo algo rico de desayunar.

Mientras desayunaba en la mesa…

- ¿Por cuánto tiempo se quedaran esta vez? – preguntó Vana a Alicia, aunque miraba de reojo a Harry para ver su reacción.
- Kobe y yo solo estaremos un par de días, yo tengo que regresar a mi bosque y él a su hogar también. No tengo idea de que planes tenga el Istar, no nos ha hablado mucho de que hará.
- Ya veo. ¿Qué harás, Harry?
- Necesito descansar, por eso me quedaré aquí, no sé cuanto tiempo. Espero que no te moleste.
- ¿Molestarme? Solo si te largas otra vez sin decir adiós.

Al pasar un par de días y como la habían prometido, Alicia y Kobe partieron a sus lugares de origen, no sin antes despedirse de Harry y de su anfitriona.
- A sido un placer estar de nuevo en tu casa, Vana, ya que ahora no estuviste tan enojada ni tan triste como la última vez.
- Ja, tienes razón, Alicia. Yo también espero no volver a tener el mismo estado de ánimo.
- Vana, mucho gusto de haberte conocido – comentó Kobe – aunque solo te traté por dos días.
- Joven Istar – comenzó Alicia – fue un honor viajar contigo, he aprendido muchas cosas, principalmente paciencia. Gracias por haber salvado mi vida en tantas ocasiones, jamás pude pagarte ni la primera, pero siempre te recordaré.
- Igual yo – agregó Kobe – Gracias.
- No fue nada. Gracias por hacerme compañía por tantos años, son buenos amigos.

Y finalmente se quedaron solos. Ninguno de los dos habló mientras permanecía en el umbral de la puerta observando como caía la tarde, ya que Alicia y Kobe hacía rato que había desaparecido de la vista. Entonces una corriente de aire nocturno hizo a Vana tiritar. Harry, como si de un reflejo se tratara, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, para darle calor. Ambos se miraron un instante sin decir una sola palabra. Juntos contemplaron el caer de la noche.

Desde entonces los días pasaron rápido. Vana se levantaba todas las mañanas a buscar frutas frescas para el desayuno, mientras dejaba a Harry descansar. Él dormía mucho, como si todos sus viajes lo hubiera agotando tanto que solo pensara en dormir por largos días. Al pasar un par de semanas Harry sabía que ya no lo podía ocultar, su amor por ella crecía día a día… en cada momento que la veía su corazón se aceleraba… cuando los dos se sentaban en la mesa a desayunar, comer o cenar. Harry se preguntaba porque ahora ella no mencionaba nada de sus sentimientos, como en ocasiones anteriores. Si ella hubiera vuelto a decirle que lo quería, su respuesta ahora habría sido totalmente diferente. Pero Vana siempre callaba.

Sin darse cuenta llegó el invierno. La cabaña era muy cálida, más cuando los dos se sentaban frente al fuego para charlar o para contar historias. Vana se fascinaba escuchando todas las aventuras por las que Harry había pasado durante sus viajes. Y mientras él las contaba, un destello brillante aparecía en los bellos ojos de la chica.

Pasaban las semanas y ella permanecía en silencio, Harry no se atrevía a preguntar, no quería, pues tenía miedo de sus posibles reproches, o peor aún, que ella ya no sintiera nada por él; pero no podría aguantar mucho conteniendo sus sentimientos hacia ella, con tanto trabajo que le había costado darse cuenta de ellos.

El invierno terminó en un abrir y cerrar de ojos, dejando paso a una cálida primavera. Vana se mostraba un poco distante con Harry, pero él ya no lo podía negar, la amaba. Cada mirada, cada roce accidental de sus cuerpos, cada palabra que le dirigía, todo reflejaba lo que su corazón y su alma gritaba en su interior. Se asentó la primavera, y con ella retornaron a sus paseos por el bosque. Y fue entonces cuando, en una cálida tarde a la puesta del sol, sentados a la orilla del río, Harry dejó de luchar. Y bajo la sombra protectora de aquel árbol que siempre vigiló sus juegos de juventud, la abrazó, la miró a los ojos y la besó por primera vez… y la amó por primera vez… robándole el aliento y la vida…

Quizá de amores yo no entienda
Quizá mañana me arrepienta
Pero hay algo que me empuja a ti
A robar tu amor... tu amor en flor.

A besar tus pocas primaveras
A modelarte a mi manera
Y con el brío noble de un corcel
Cabalgar tu cuerpo... y morir después.


Temblando en sus brazos al ser su primera vez, aferrándose contra su pecho, dejando de ser niña para convertirse en mujer.

Abrázame, criatura mía
Abrázame, no tengas miedo
Abrázame, suave y fuerte
Suave y fuerte
Libera tu mente y abrázame

Quizá no sepas que decir
Cuando empieces a sentir
No tengas miedo
Es porque estás
Empezando a vivir

Abrázame, criatura mía
Abrázame, no tengas miedo
Abrázame, suave y fuerte
Suave y fuerte
Libera tu mente y abrázame


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Se durmió en sus brazos cuando la noche comenzó. La cargó con dulzura y a la casa la llevó. La recostó en su cama y por un largo rato la observó dormir, sentado en el sillón frente a ella, la contempló con sus ojos verdes brillantes en la oscuridad. Y sintió todo el amor que ella tenía para él, tratando de evitar la culpa que lo embargaba por haberla amado, siendo ella más joven que él.

Rojos sus labios
Como rosa de abril
Con más miedo que deseo
Ella vino hasta mí

Ternura en su alma
Y juventud en su piel
Unos años en blanco
Unos sueños sin dueño
Queriendo aprender

Su lenguaje es sencillo
Natural su forma de ser
Era como un pajarillo
Que vuela alto por primera vez

Llena de vida
Fue niña hasta ayer
Flor deshojada
Mujer de su hombre
Y compañera a la vez

Ay de mí… ni yo mismo me conozco
Ay de mí… me estoy volviendo loco
…nunca me amaron así…


Y mirándola como tenía sus ojos cerrados a la luz, los primeros rayos de un nuevo día aparecieron por la ventana.

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