domingo, 20 de enero de 2008

Capítulo IX

Capítulo IX.

Los días avanzaban y cada vez se encontraban más cerca de su objetivo. Finalmente lo consiguieron, lograron llegar al Bosque Negro, un lugar que hacía honor a su nombre. Oscuras nubes no permitían la entrada a ningún rayo de sol, altos árboles de tronco plateado y copas grises permanecían erguidos ante ellos, con imponente presencia, se sentían envejecer tan lentamente que el tiempo parecía detenerse en ellos. Era un bosque tan antiguo que el mismo aire era más difícil de respirar, los animales parecían haberlo abandonado eras atrás, ahora habitado tan solo por una clase de criaturas que Harry estaba a punto de descubrir.
Entre las hojas caídas y raíces resquebrajadas se podía distinguir un camino. El Joven Istar y la Pequeña Hada comenzaron a andar aquel camino, siempre pendientes del rededor. Aún y con todo aquel lúgubre aspecto del lugar, no se comparaba para nada con Gawthi–Tauron, el Bosque de las Sombras, en el cual se puede percibir el hedor de la muerte misma entre las ramas de los árboles.

Fue en una noche cuando, estando en lo más profundo de sus sueños, Harry y Alicia fueron sorprendidos y capturados por uno seres misteriosos, cubiertos de pies a cabeza, tan hábiles, que ni siquiera lograron darse cuenta de qué les pasó.

Fueron llevados cubiertos con máscaras de tela negra que les impedía ver el camino que recorrían, transportados durante toda la noche, y Harry tan solo logró distinguir el ruido violento de un río rápido acercarse a él antes de escuchar un portazo fuerte tras de sí. Al final, los liberaron en una pequeña celda sin ventanas que se encontraba bajo tierra.
Luego de unas horas, ambos fueron llevados ante la presencia del soberano del lugar. Entraron a una sala con pilares de piedra tallada que en el centro tenía una alta silla de madera labrada, ahí se encontraba nada más y nada menos que Niphredil, la hermosa elfa del camino, luciendo una bella corona hecha de las flores que llevaban su nombre, pálidas y brillantes, también sostenía un cetro de roble tallado finamente. Harry quedó pasmado ante la belleza de la criatura. Ahora que la veía de cerca distinguía mejor sus ojos grises y penetrantes, y sentía que podía atravesarlo con la mirada. Su hermoso rostro se mostraba severo e inflexible.
- ¿Qué hace un Istar y una Hada en mis dominios sin mi permiso?
Harry estaba demasiado impresionado por ella que fue Alicia la que primero habló.
- Perdón, Señora, no es que quisiéramos invadir sus dominios, ni mucho menos, pero la razón de que estemos aquí es que nos hallamos en medio de una misión.
- ¿Qué misión es esa?
- Estamos en búsqueda de Nimbar para rescatar a un hombre de sus garras.
- ¿Qué quieren encontrar a Nimbar?, ¿Están seguros? – Preguntó sorprendida Niphedril, luego miró atentamente a Alicia y agregó – A ti te conozco, eres Alicia, el Hada, ¿no?
- Sí, Señora.
- Claro, una hadita muy imprudente, por lo que he escuchado de tus compañeras. Pero tú, no sé quien eres.
- Él es el Joven Istar, el gran Hechicero, Harry Potter.
- ¡Ah!, con que Harry Potter, casi un Maestro Hechicero según dicen. Y mudo por lo que veo también. – dijo escudriñando sus ojos verdes.
- Yo puedo hablar perfectamente, Señora. – respondió Harry con una increíble seguridad y algo de altanería (cuando recuperó el habla).
- Ahora veo. Noto también que ninguno de los dos teme estar ante mi presencia, aún cuando yo tengo el poder de que salgan o no vivos de aquí, para cumplir su dichosa misión.
- ¿Para que nos trajo aquí? – Inquirió Harry.
- Para conocer personalmente a los intrusos que invaden mis dominios.
- No somos intrusos. Solo haremos nuestro trabajo y nos marcharemos.
- Harry Potter, ¿he? ¿Tienes idea de qué o quién en Nimbar?
- No.
- Pues claro que no. Nimbar se encuentra en lo más profundo de éste bosque, aún dentro de mis dominios, pero habitado por criaturas siniestras que vendieron sus almas a las artes oscuras y fueron cayendo como esclavos de Nimbar, un Maestro Brujo muy poderoso, que fue un rey hace mucho tiempo, antes de corromperse de tal modo que ya no es lo suficiente humado para morir.
- No entiendo.
- No está ni vivo ni muerto, es un espectro. El lugar donde habita tomo su nombre: Nimbar, ‘vacío’, ‘sin vida’.
- No mi interesa si es el mismo infierno, yo hice la promesa de traer con vida a Wulfric.
- ¡¿Nimbar tiene a Wulfric?!
- Sí.
- No lo sabía. Eso no lo sabía. No puede ser.
- ¿Acaso lo conoce?
- ¿Conocerlo? Es mi mejor amigo. De acuerdo, los dejaré ir, y los ayudaré a llegar hasta allá, con la condición de que lo rescaten. Enviaré a un escuadrón de los mejores arqueros para que los acompañen.
- Es muy generoso de su parte, Señora.
- Solo espero que aún siga con vida.

-*-
Harry y Alicia salieron del castillo de Ninphedril acompañados por un grupo de elfos armados hasta los dientes, todos con rumbo a Nimbar, donde habitaba un brujo con el mismo nombre.

Conforme se acercaban al lugar, el camino se volvía más y más escabroso, una densa niebla cubría el sendero.

Por fin llegaron a su destino. Se detuvieron frente a un enorme y tenebrosos castillo de piedra, con horrendas gárgolas que custodiaban la entrada, como silenciosos guardianes inertes, atemorizantes, con rostros deformes y ojos vacíos que vigilaban constante el umbral y la penumbra. La compañía avanzó cautelosa guiada por el Joven Istar. Justo antes de pasar los pilares de la entrada, un gran golpe sordo resonó en sus oídos, rápidamente todos desaparecieron del camino, ocultándose al borde entre los árboles desnudos de hojas y las roca filosas que marcaban el sendero. Un grupo de espantosas criaturas, mezcla de gnomos y demonios subterráneos, con ojos negros profundos y pieles gruesas como el cuero de un animal salvaje, avanzó en escuadrón ante ellos. A mitad de la caravana, las criaturas cargaban un asiento alto, como un trono, en el cual se encontraba sentado un hombre. Su rostro era pálido como la luz de la luna, y sus ojos negros azabache, tan profundos y vacíos como los de las estatuas guardianas de su castillo. Al final, los últimos dos miembros del grupo arrastraban una pequeña jaula en la cual apenas cabía una persona, y que mantenía en su interior a un hombre. Viejo, vestido en harapos, su rostro surcado de arrugas reflejaba el cansancio y dolor físicos que lo agobiaban, pero su mirada, de ojos claros y profundos color azul, mostraban calma y paciencia, hasta cierto punto lástima por aquellos que lo llevaban, enjaulado como un animal. Harry reconoció en aquel hombre la descripción que Sara le dio.
Los comenzaron a seguir muy de cerca, hasta que por fin alcanzaron a la compañía antes de llegar al río. Los emboscaron, y fueron los elfos los responsables de someter a las horrendas criaturas. Al final solo quedó Nimbar, que no se había molestado siquiera en levantarse de su lugar, esperando a que los demás terminaran de batirse en duelo, como si no desease mancharse las manos ni rebajarse a enfrentar a sus enemigos. Finalmente Harry y los elfos lo mantenían rodeado, fue entonces que se puso de pie, dejando ver su gran estatura y corpulencia. En su rostro se dibujaba una sonrisa malévola, mientras clavaba sus ojos en Harry.
- ¿Con que el joven Istar? – Exclamó – Hace largo tiempo que quería conocerte, muchacho. Un Gran Hechicero dicen que eres. ¿Será cierto? – Preguntó con desdén – ¿No me dices nada?
- No tengo nada que hablar contigo, yo he venido por ese hombre que cargan en la jaula.
- Ya veo. Pues si lo quieres, tendrás que luchar por el.
- Claro que lucharé por él.
Harry se puso en guardia. Nimbar también sacó su varita y se puso en guardia. Los dos se miraban fijamente, esperando por el inminente ataque del otro.
Fue Nimbar quien atacó primero, blandiendo su varita con fuerza, salió un rayo de lux violeta que Harry esquivó con elegancia, lanzando por su lado un hechizo aturdidor, por desgracia Nimbar evitó con un escudo protector al tiempo que lazaba a Harry con una cuerda mágica. La mano izquierda de Harry quedó atrapada en la cuerda, limitando su movimiento. Nimbar la apretaba cada vez más hasta hacer sangrar la muñeca de Harry, entonces él, con su propia varita, intentó cortar la cuerda, pero fue inútil, solo consiguió que se apretara más. Los elfos trataron de acercarse a ellos, pero Nimbar no los dejó, poniendo un campo de fuerza a su alrededor. Harry cayó de rodillas por el dolor que le infringía aquella terrible soga, le quemaba la piel y le penetraba la carne como una rama de espinas.
- ¿No me digas que con tan poco puedo derrotarte, Istar?, ¿a caso Cathba no te enseñó nada? – exclamó Nimbar, que sonreía de formas perversa.
Harry alzó la cabeza y clavó sus ojos en los ojos de su enemigo. Su mirada era tan penetrante y decidida que Nimbar sintió temor de él, dejó de sonreír y retrocedió un paso. Harry se levantó con dificultad, pero su semblante seguía severo y sus ojos chispeantes de decisión y fuerza.
- Mi maestro me enseñó más cosas de las que te puedas imaginar. – dijo con frialdad.
Y alzando una vez más su varita, una luz dorada se encendió en la punta, quemando y deshaciendo la cuerda mágica que lo ataba.
- No – murmuró Nimbar al apenas creer lo que veía – eso no puede ser.
Al ser nuevamente libre, comenzó a avanzar hacia Nimbar, que retrocedía a cada paso que él daba. Miró a su alrededor, al encontrarse completamente solo y rodeado por elfos.
- ¡Esto no ha acabado, Istar! – gritó. - ¡Regresaré por ti! – Y desapareció.

No hay comentarios: