domingo, 20 de enero de 2008

Capítulo III

Capítulo III.

Los días iban pasando, la época de Tuilë (o sea primavera) se estaba acabando y empezaba el calor del tiempo de Lairë (verano). Durante ese tiempo, el joven Istar (Harry), se la pasaba aprendiendo cosas nuevas. Todas las mañanas Vána preparaba su desayuno, se esmeraba tanto que el joven Harry nunca podía rechazarlo; después él se iba con Cathba a una habitación privada, donde el anciano practicaba su antigua magia. Él viejo Cathba era, a parte de viejo, un hombre muy hábil en el uso de la espada, también era un mago muy sabio y diestro en las artes mágicas de la naturaleza y de la nigromancia, eso sin mencionar que era un experto en pociones. Todos sus grandes conocimientos se los enseñaba a Harry, quien no desaprovechaba para nada la oportunidad. Ahí Harry aprendió cómo luchar con espadas, a usar el arco y la flecha, incluso a pelear sin armas, aprendió a utilizar la naturaleza en hechizos y ver el futuro o el pasado de la gente en un vaso de agua. También descubrió que sabía más magia de la que creía. Él sabía como desaparecer y aparecer de algún lugar, sabía hablar con animales, serpientes específicamente, conocía el combate mágico a la perfección y podía cerrar su mente a casi todo. Las habilidades que estaba adquiriendo y la experiencia que iba acumulando sobre lo que ya sabía, hicieron de él uno de los magos más poderosos que jamás se hubieran conocido por aquellos lugares, hasta entonces. Mientras ellos practicaban casi todo el tiempo, Vána jugaba en los campos o se quedaba en casa a verlos trabajar, ella nunca se acercaba a la aldea, aunque Harry no sabía porque. De vez en cuando ella los acompañaba a practicar. El joven Istar se empezó a dar cuenta de que Vána era una hechicera bastante buena, incluso mejor que él en algunas cosas, a pesar de su corta edad.

Fue durante esos días cuando Harry se percató de las habilidades de la niña y de su misterioso comportamiento. Ella parecía poder hacer todo y sin el menor esfuerzo. El joven Istar se empezó a interesar en ella cada vez más.

Había ocasiones en las que Cathba y Harry se tomaban un descanso y Vána se llevaba al muchacho a un bosque cercano, donde los dos disfrutaban de nadar en el río y relajarse bajo la sombra de un gran y viejo árbol. Ellos pronto se hicieron muy buenos amigos, a pesar de la diferencia de edades. Los dos pasaban mucho tiempo juntos y hablaban de muchas cosas, ella le cantaba hermosas canciones y bailaba para él, mientras él le contaba historias remotas que ni siquiera él mismo sabía que conocía. Empezaron a confiar el uno en el otro. Harry sentía cierta fascinación por Vána, algo había en su mirada que le llamaba mucho la atención. Por su lado, Vána también encontraba muy interesante a Harry, su extraño visitante. Hacía todo lo posible por estar con él, por conocerlo, por tratar de ayudarlo a recuperar su pasado, su vida. Era ella la que sentía que Harry era el que necesitaba de su protección.

***

Era ya el final de Lairë, y Harry llevaba ahí más de cinco meses, en los cuales se había adecuado a la forma de vida y a las costumbres de Cathba y su nieta, y se sentía feliz en compañía de ellos. Las gentes del pueblo empezaron a conocerlo como el Istar, mago de grandes habilidades y destrezas. Aunque él no iba mucho al pueblo, más que por víveres o acompañando al anciano Cathba. Se dio cuenta que la gente de la aldea siempre se mantenía alejada de la casa del viejo, en especial de su nieta, era como si le tuvieran miedo, solo a ella. Pero al anciano siempre le pedían consejo.

- ¿Quieres ir al río?. – preguntó Vána a Harry en una ocasión, una tarde al final del verano.
- Claro, porqué no, será un buen descanso luego de esta dura práctica. – respondió él, mientras se despojaba de la pesada capa y espada que usaba al practicar con el viejo Cathba.
- Luces cansado. – señaló la niña.
- No es para menos, tu abuelo es más fuerte de lo que parece. Me dejó todo dolorido.
- Que llorón eres entonces.
- ¿Cómo que llorón?.
- Vamos, deja de quejarte, el río nos espera.

Los dos chicos caminaron por un largo rato, cantando y hablando de muchas cosas. Iban tomados de las manos. El calor del día los hacía sudar un poco. Por fin llegaron al lugar. Un enorme y hermoso río que parecía un listón de cristal lleno de vida permanecía frente a ellos, y al borde del mismo se encontraba un árbol gigantesco, tan viejo como una era del tiempo, y abrigador como una cueva, que les daba toda la sombra que necesitaban para esconderse del mundo entero.
- El río está tranquilo. – comentó Vána luego de un rato, que se sentaron a descansar.
- Es porque aún no comienzan las lluvias. En unas semanas hasta se podría desbordar.
- ¿Tú crees?.
- Tal vez, todo depende del clima.
La niña se recargó en su brazo y lo tomó de la mano.
- ¿Recuerdas algo de tu pasado?. – preguntó mirando al horizonte.
- Algunas cosas, pero no mucho.
- ¿Qué recuerdas?.
- A veces, en sueños, veo a muchas personas que me saludan, que esperan por mí, pero no logro distinguir sus rostros. Es frustrante, porque cada vez que quiero alcanzarlos, ellos se van o desaparecen, y me quedo solo nuevamente.
- Imagino lo que eso debe ser, sentirse solo. Yo a veces sueño con mi madre, también quiero alcanzarla y ella se va, pero nunca me saluda, siempre me da la espalda, como si no quisiera verme o algo así.
- No debes pensar eso, estoy seguro de que tu madre te amó muchísimo y claro que quisiera verte.
- Es lo que dice mi abuelo.
- Pues debes hacerle caso.
Vána lo besó en la mejilla.
Llegó la tarde y un sol rojo comenzó a ocultarse tras una colina. Harry pensó que ya era momento de regresar.
- Oscurece, debemos volver. – dijo a la pequeña.
- Sí.

Durante el camino de regresó se hizo de noche. Vána aferraba fuerte la mano de Harry a cada paso.
- ¿Tienes miedo de la noche?. – preguntó él.
- No. – respondió ella.
- Entonces no me aprietes tanto que me puedes arrancar la mano.
- Es para que no te pierdas.
El solo sonrió.

Por fin llegaron a la cabaña, pero antes de llegar a la puerta de dieron cuenta que alguien estaba ya en la entrada, hablando con Cathba.
- ¿Quiénes son?. – preguntó Harry.
Pero Vána se soltó de su mano y caminó decidida hacia ellos.
- ¡VETE!. – gritó la niña al extraño.
El hombre que se encontraba con Cathba retrocedió como si la pequeña lo aterrara. Segundos después salió corriendo. El joven Istar entró a la casa con al anciano y Vána. La niña parecía molesta. Ya no dijo nada, tan solo se encaminó hacia su alcoba y se encerró.
- ¿Quien era, Cathba?.
- No le prestes importancia, Istar, no vale la pena.
- ¿Por qué se molestó?.
- Porque es una niña caprichosa que no le gustan las visitas.
El anciano no comentó nada más y también se fue a dormir, dejando a Harry con más preguntas que antes.

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